El cambio climático ha aumentado el riesgo de incendios, pero aún podemos influir en cómo y dónde se producen
Debido a las actividades humanas, los niveles de CO₂ en la atmósfera son ya un 50 % más altos que en la época preindustrial, a pesar de una reducción momentánea en las emisiones de gases de efecto invernadero durante la pandemia.
Como resultado, el mundo ya se ha calentado 1,1 °C en promedio, y estudios recientes indican que estamos en camino hacia los 2,7 °C de calentamiento para finales de este siglo.
A medida que el clima se calienta, los episodios de sequía, altas temperaturas y baja humedad se vuelven más frecuentes y extremos. Además de tener importantes impactos en la sociedad, la producción de alimentos y la economía, estos fenómenos meteorológicos también elevan el riesgo de incendios forestales.
El cambio climático está secando la vegetación, haciendo que los paisajes sean más inflamables y aumentando así la probabilidad de que se produzcan incendios más grandes y peligrosos. Los cambios en las condiciones meteorológicas propicias a incendios se pueden medir utilizando índices de pirometeorología (en inglés fire weather indexes), que clasifican el nivel de riesgo de incendios forestales bajo un conjunto dado de condiciones atmosféricas (temperatura, humedad, lluvia y viento).
En un nuevo análisis global hemos descubierto que, en muchas regiones del mundo, las condiciones meteorológicas propicias a incendios están aumentando a un ritmo incluso superior al estimado por los modelos climáticos.
En nuestro estudio utilizamos observaciones meteorológicas y modelos climáticos para evaluar las tendencias pasadas, presentes y futuras en las condiciones pirometeorológicas y así poder entender mejor cómo está cambiando el riesgo meteorológico de incendios tanto a nivel global como en países y regiones específicas.
También analizamos resultados de otras investigaciones recientes para evaluar cómo cambios en condiciones meteorológicas y climáticas, pero también en los usos del suelo y la cubierta vegetal, influyen en los incendios que se producen y se producirán en el futuro.
Nuestros resultados indican que la duración de la temporada de incendios –periodo del año en que la mayoría de los incendios ocurren– ya ha aumentado significativamente en muchas regiones del mundo desde la década de 1980. En promedio, la temporada de incendios se ha alargado un 27 % a nivel mundial, con aumentos particularmente pronunciados en la cuenca mediterránea (55 %) la Amazonía (94 %), y los bosques occidentales de América del Norte(70 %).
Además, la cantidad de días con riesgo meteorológico de incendios extremos ha aumentado un 54 % a nivel mundial, y unos escalofriantes 132 % en la cuenca mediterránea y 166 % en la Amazonía. Debido a esto, incendios más grandes, intensos, y difíciles de contener son ahora más probables que en el pasado. Esta es una de las razones por las que algunos de los incendios recientes en el oeste de los EE. UU. y Australia han sido tan extensos y dañinos. Estos incendios extremos, también llamados incendios de sexta generación, megaincendios o tormentas de fuego, ocasionan mayores impactos en los ecosistemas y emiten más CO₂ a la atmósfera.
Además, en el futuro, la influencia del cambio climático en el riesgo de incendios aumentará sustancialmente con cada grado adicional de calentamiento global.
Si las temperaturas globales alcanzan más de 2 °C por encima del promedio preindustrial, las condiciones meteorológicas proclives a incendios sobrepasarán las conocidas en la historia reciente de la mayoría de las regiones del mundo.
Los humanos influimos, y mucho, en la ocurrencia de incendios forestales.
El cambio climático y sus efectos en las condiciones pirometeorológicas no son los únicos factores que determinan cómo y cuándo se producen incendios. Las acciones humanas influyen profundamente en que unas condiciones meteorológicas de riesgo den lugar a un incendio forestal, ya sea favoreciendo o contrarrestando el efecto del cambio climático.
Los incendios provocados por las personas son especialmente relevantes fuera de los vastos bosques septentrionales de Eurasia y Norteamérica, donde hay una densidad de población muy baja y la mayoría de los fuegos son provocados por rayos. En la mayoría del resto del mundo, chispas procedentes de tendidos eléctricos o de maquinaria agrícola, o el uso inadecuado del fuego en prácticas agrícolas y ganaderas aumentan el riesgo de incendios forestales.
Pero el ser humano también ha reducido en muchas zonas la probabilidad de que se produzcan incendios, al dificultar la propagación de las llamas en paisajes naturalmente propensos al fuego. Esto incluye, por ejemplo, la conversión de vegetación natural a tierras de cultivo o zonas urbanas y es especialmente visible en sabanas de África, Brasil y norte de Australia, donde la superficie quemada ha disminuido en las últimas décadas.
El planteamiento habitual de supresión total de incendios en paisajes naturalmente propensos al fuego –aplicado en muchas regiones de EE. UU., Australia y la Europa mediterránea– puede eliminar las llamas durante un tiempo, pero también hace que se acumule combustible vegetal en exceso, lo que contribuye a incendios forestales más graves, especialmente durante épocas de sequías.
Aunque las condiciones climáticas que favorecen los incendios forestales están en una trayectoria ascendente en casi todo el mundo, las acciones humanas mencionadas todavía reducen, o incluso anulan, los factores climáticos en muchas regiones. Esto puede parecer alentador, pero la eficacia de nuestros esfuerzos para contrarrestar el efecto del cambio climático disminuye con cada décima de grado de calentamiento adicional.
Es difícil predecir cómo la combinación de cambio climático y actividades humanas afectará al riesgo futuro de incendios forestales, pero hay algo muy claro: reducir y revertir la acumulación de CO₂ y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera reducirá la aceleración del riesgo de incendio. Las condiciones meteorológicas que favorecen los incendios ya han aumentado más rápido de lo anticipado en muchas regiones y condenar a nuestro planeta a un mayor calentamiento a través de nuestras emisiones sin duda las elevará aún más.
No mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C, el objetivo mínimo del Acuerdo de París, tiene un precio peligroso: el riesgo de incendios forestales sin precedentes. Lo que hagamos a continuación importa, y mucho.
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