incendios
La madera muerta de los árboles dentro de un bosque es un refugio de vida, un escondite y alimento para hongos, insectos y otros animales claves.
En los años 2019 y 2020 se registró un inusual número de incendios en el Ártico. Esto disparó las alarmas de la comunidad científica, ya que en el Ártico hay grandes extensiones de turberas de permafrost, una capa de subsuelo permanentemente congelada que acumula gran cantidad de carbono.
Los incendios forestales nos remueven. Tienen sabor a pérdida, a derrota. Pero la atención que despiertan termina poco después de que se extingan las llamas. Sin embargo, estudiar a largo plazo los bosques quemados permite una cierta perspectiva del problema y demuestra su riqueza biológica.
Debido a las actividades humanas, los niveles de CO₂ en la atmósfera son ya un 50 % más altos que en la época preindustrial, a pesar de una reducción momentánea en las emisiones de gases de efecto invernadero durante la pandemia.
Crear paisajes resilientes significa adaptar nuestro entorno natural y rural a las amenazas derivadas del cambio climático, como los incendios de gran magnitud, tanto para nuestra seguridad como para asegurar la biodiversidad.
A simple vista, los incendios forestales podrían parecer catástrofes que destruyen todo a su paso y no dejan más que un paisaje de desolación. Sin embargo, si visitamos una zona recientemente quemada, encontramos multitud de animales. Algunos de ellos son meros visitantes interesados en aprovechar los nuevos recursos del ambiente. Otros nunca se marcharon, sino que fueron capaces de sobrevivir a las llamas.
Las toneladas de suelo que se pierden en los bosques puede aumentar un 150% los años que coincidan grandes incendios y lluvias torrenciales. El equipo de investigadores del CTFC y del CREAF proponen actuar rápido después de los incendios, antes de que lleguen las lluvias, y hacer una gestión post-incendio adecuada.
Los daños que provoca un incendio forestal son profundos y la restauración de los ecosistemas afectados es enormemente compleja. Un equipo en el que participan investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), lleva años estudiando cómo recuperar la materia orgánica del suelo, sustento de la vida, tras el impacto del fuego.
Miembros de un equipo de investigación de la Universidad de Málaga han logrado que un 90% de las plantas reforestadas en un monte degradado sobrevivan enmendando el suelo con un astillado de pino procedente del mismo lugar. Esta práctica cumple los requisitos europeos para el desarrollo de una economía circular y supone una alta eficiencia económica y medioambiental.