¿Qué efectos tiene la sequía persistente en los bosques mediterráneos?
Hace tiempo que no llueve. La sociedad y la naturaleza estamos sufriendo una sequía prolongada, hemos llegado a restricciones en el uso del agua para la población y nos preguntamos: ¿cómo afecta a nuestras masas forestal la carencia persistente de lluvias?
Autoría: Anna Ramon
Fuente: CREAF
Hace tiempo que no llueve. La sociedad y la naturaleza estamos sufriendo una sequía prolongada, hemos llegado a restricciones en el uso del agua para la población y nos preguntamos: ¿cómo afecta a nuestras masas forestal la carencia persistente de lluvias?
La respuesta no es obvia, y es que en concreto en los sistemas mediterráneos los árboles están muy acostumbrados a la carencia de agua. Tenemos especies que pueden soportar la sequía estival prolongada y que están adaptadas con mecanismos de ahorro de agua muy eficientes. Aun así, los expertos y expertas forestales advierten que la situación actual que estamos viviendo, con esta sequía que hace tanto que dura, nos puede llevar a un escenario desconocido.
Nos tenemos que imaginar que el suelo forestal mediterráneo funciona como una gran esponja que acumula agua de lluvia a sus poros durante los meses más húmedos (otoño y primavera). Esta agua queda retenida debajo suelo y así la vegetación la puede usar meses más tarde, cuando no llueve, gracias a las raíces que en algunos casos pueden ser muy profundas. Por eso, los árboles que viven sobre suelos más delgados tienen más dificultades para superar los periodos secos, mientras que los bosques sobre suelos profundos tienen una reserva más grande de donde extraer agua. De hecho, una gran parte de la lluvia no llega a ríos y acuíferos: según nuestros datos, aproximadamente el 80% de la lluvia es interceptada y evapo-transpirada por el bosque (agua verde), mientras que solo el 20% de lluvia restante se traduce en escorrentía, en agua que va hacia los ríos y acuíferos (agua azul). Ahora bien, este 2023, con la carencia de precipitaciones que estamos viviendo, tenemos un suelo forestal muy vacío de agua. De hecho, los ríos y pantanos así lo demuestran, porque, a pesar de que durante el mes de febrero haya llovido, las reservas de los embalses han seguido bajando, puesto que la poca agua que ha caído ha quedado retenida en el suelo, que como una esponja ha absorbido cada gota que ha recibido. Hace falta todavía mucha más agua para llenar de nuevo todos los poros del suelo (que son como los agujeros de la esponja) y que el agua que se infiltra pueda finalmente llegar a los pantanos.
A primera vista, no parecería que la situación sea tan urgente, porque justo entramos en la primavera. Venimos del invierno, una época del año donde el uso del agua en los bosques es menor que la que hay en verano, para que los árboles paren buena parte de su actividad a la espera de la llegada de la primavera y la subida de las temperaturas. Será ahora cuando los árboles caducifolios vuelvan a sacar sus hojas y los perennifolios hagan una nueva crecida. Aun así, hay que tener en cuenta que este nuevo crecimiento requiere grandes cantidades de agua, parte de la cual se usa directamente a la fotosíntesis y el resto (la inmensa mayoría) se evapora a las hojas y permite mantener la hidratación de las copas y el intercambio de gases con la atmósfera, incluyendo la entrada del CO2, el sustrato principal de la fotosíntesis. Los estudios del CREAF constatan que en los bosques mediterráneos, mayoritarios en nuestro país, por cada gramo de carbono absorbido es necesario transpirar 500 gramos de agua. ¿Qué pasará entonces si la lluvia no llega y la esponja no tiene agua?
En verano las altas temperaturas hacen que se evapore más agua, cosa que provoca que los árboles también transpiren más (como nosotros, que sudamos), absorbiendo agua del suelo hacia las hojas y después hacia la atmósfera. Este flujo de agua se produce por succión desde las hojas (como cuando bebemos a través de la pajita de un refresco); los troncos de los árboles contienen una red muy compleja formada por miles de conductos que transportan agua hasta las copas. Cuanto más alta es la temperatura, más agua se evapora y más grande es la fuerza de succión que hace que el agua suba hasta las hojas (siempre que la reserva de agua en el suelo sea suficiente). Si no hay bastante agua disponible en el suelo para hacer frente a la demanda de agua de la atmósfera, se acaban produciendo embolias (similares a las que podemos sufrir nosotros en el sistema vascular) que obstruyen los conductos de transporte, y a la larga hace que las plantas se sequen y mueran.
Colapsos o plagas, las consecuencias son imprevisibles
El cambio climático está provocando que los episodios de sequía (carencia de lluvias) sean más frecuentes y largos, pero también que las temperaturas en verano sean más altas, con olas de calor largas y continuadas. Esto hará que este verano, miles y miles de árboles necesitarán toda el agua acumulada a los suelos. Y aquí es donde radica el problema, un suelo vacío, sin agua disponible, es un escenario complicado de afrontar. Si no llueve suficiente esta primavera es muy difícil de predecir qué puede pasar este verano, pero la ciencia ha estudiado situaciones previas. Sabemos que la carencia de agua persistente puede llevar a la quiebra del sistema de transporte de agua de los árboles por acumulación de embolia, lo cual podría dar lugar a mortalidad y decaimiento en las zonas forestales más vulnerables. También sabemos que los bosques debilitados por la carencia de agua son más vulnerables a otras amenazas. Un ejemplo sería el de las plagas, que cuando se dan en situaciones de sequía provocan un cóctel peligroso, y es un ejemplo lo que pasó en el Maresme en 2016 y 2017, cuando, después de una gran sequía en 2016, en 2017 los pinos fueron fuertemente atacados por escolítidos. Otra consecuencia serán los incendios forestales, pues la vegetación más seca es más inflamable.
Más ciencia y seguimiento forestal
¿Qué pasará este verano si no llueve? Desde la ciencia no podemos dar una respuesta definitiva, en parte porque el desenlace dependerá de lo que pase entre ahora y el verano, y en parte porque no tenemos todavía las herramientas de seguimiento del estado de los bosques a tiempo real necesarias para hacer buenas predicciones. Los bosques catalanes son muy diversos y nos encontramos en contextos climáticos nuevos. De momento, desde el CREAF, hemos decidido hacer un toque de atención y mantener la alerta por sequía en todos nuestros proyectos de seguimiento forestal. Entre ellos, el proyecto Alerta Forestal ha decidido abrir ya el llamamiento a la ciudadanía a seguir los bosques los próximos meses y, si bien en esta época del año no es fácil detectar ya episodios de decaimiento forestal, los efectos de la sequía pueden hacerse evidentes los próximos meses.
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