Huida, acidificación y sepultura: así se enfrenta la biodiversidad marina a la lava
Después de varios días de erupción, la colada de lava que emerge del volcán de Cumbre Vieja llegó finalmente al mar la noche del pasado martes, lo que no solo provocó grandes nubes de vapor de agua y la emisión de gases tóxicos, sino también un fuerte impacto en la biodiversidad marina local.
Según indican los científicos, la mayoría de los peces que cuenten con una alta capacidad de movimiento habrán huido de la zona, ya que el avance de la lava se produce lentamente. Pero las comunidades bentónicas, es decir todos aquellos organismos que viven en el fondo marino y que no se pueden desplazar, habrán sido arrasadas por ella.
“Lo que se verá afectado es la fauna que no puede alejarse de esa lava, de ese choque térmico. Las estrellas de mar, los erizos, las algas o algunos cangrejos, que no pueden moverse, no tienen escapatoria”, indica el geoquímico Pedro Hernández de INVOLCAN.
Así, estas plantas e invertebrados sésiles han quedado sepultados bajo el material volcánico que se solidifica al enfriarse.
El río de lava que penetra en el mar produce, además, un gran choque térmico y la acidificación del medio, como consecuencia de las emisiones de dióxido de carbono, ácido carbónico y ácido sulfúrico.
“Esta acidificación va a hacer desaparecer las especies calcáreas [esponjas cuyo esqueleto mineral está compuesto por espículas de carbonato cálcico cristalizado], puesto que el proceso de calcificación va a perjudicarlas. También empezarán a aparecer especies de menor tamaño, es decir, habrá una miniaturización de las comunidades”, explica José Carlos Hernández, profesor e investigador del Grupo de investigación de Biodiversidad, Ecología Marina y Conservación de la Universidad de La Laguna (ULL).
Sin embargo, los expertos subrayan que el impacto ambiental se produce en un punto muy localizado de la isla y, en primera instancia, no debería ser mayor que el que ocurrió hace una década tras la erupción submarina del volcán Tagoro en la isla de El Hierro.
Una recuperación más rápida que en tierra.
De hecho, en el mar la tasa de renovación de las poblaciones y comunidades marinas es mucho más rápida que en los ecosistemas terrestres: “Existe una mayor conexión entre sus comunidades. Serán los sistemas de alrededor los que suplan a esas diásporas que se asentarán en la zona afectada”, afirma el biólogo.
Por ejemplo, las poblaciones del pez llamado vieja colorada (Sparisoma cretense) se reestablecieron en un periodo relativamente corto, pero otras como la del mero (Epinephelinae) –una especie de crecimiento más lento y de maduración tardía– todavía no han alcanzado las biomasas que existían antes de la erupción.
En el caso de La Palma, una vez se enfríe la lava en el océano, habrá una recolonización del medio, protagonizada principalmente por bacterias, diatomeas y otros organismos microscópicos. Estos crearán de nuevo un entorno en el que podrán asentarse los invertebrados sésiles (briozoos y moluscos, entre otros) junto con algas rojas, pardas y verdes. Más tarde, volverán progresivamente el resto de los peces.
Laboratorios naturales.
Como se ha podido observar en otros volcanes que causaron un grave impacto sobre la vida marina, como la del Tagoro (El Hierro) y la del Kilauea (Hawái), la actividad bacteriana es estimulada tras las erupciones.
Las coladas de lava en el mar de tras las erupciones del volcán Kilauea elevan las concentraciones de minerales y nutrientes en el océano (hierro y silicatos, entre otros) que son fundamentales para el desarrollo del fitoplancton ─microorganismos fotosintetizadores que viven dispersos en el agua─, según un estudio publicado en la revista Science.
Como consecuencia, se produce una floración de algas, que actúa como un manto en la superficie del mar, lo que bloquea el paso de la luz solar y produce una disminución de oxígeno en el océano.
“Esta fuerte respuesta biológica no solo depende de la propia lava, sino también de una fuente exógena de nitrato, que se cree que procede de la lava que entra en el océano profundo, creando penachos que llevan hasta la superficie el agua profunda rica en nitrato”, concluyen sus autores.
Tras las erupciones también pueden surgir nuevas especies de organismos. Ocurrió con el Tagoro, en El Hierro: Thiolava veneris fue la nueva especie de bacteria extremófila descubierta.
La investigación de la Universidad de Barcelona, publicada en la revista Nature, reveló, gracias a las imágenes de un vehículo submarino no tripulado dirigido por control remoto, que la nueva comunidad bacteriana formaba un tapiz microbiano de filamentos blancos muy vistosos que cubría casi 2.000 m2 cerca de la cima del volcán Tagoro, a una profundidad de entre 129 y 132 metros. Este organismo se encontró en la zona más afectada por la erupción, 32 meses después de que ocurriera.
Según los científicos, esta erupción en La Palma es una nueva oportunidad para entender mejor cómo afectan estas catástrofes naturales a los ecosistemas, tanto marinos como terrestres, y así monitorizar la recuperación de las zonas.
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