El pinsapo perderá la mayor parte de su hábitat en 2040 si los planes de conservación no lo remedian
Un modelo desarrollado por la Universidad de Córdoba pronostica una reducción del 93% del hábitat óptimo de este árbol y establece algunas zonas adecuadas para su restauración, como determinados lugares de la Sierra de Grazalema y de la Sierra de las Nieves. Estos enclaves, con suelos profundos y ubicados a una altitud alta y en zonas de umbría, permitiría compensar el estrés hídrico.
El Abies pinsapo es un abeto de montaña cuya distribución está restringida a sierras mediterráneas del sur de la península ibérica. Concretamente, los pinsapares protegidos de las sierras de Grazalema, en Cádiz, y de Sierra de Las Nieves y Sierra Bermeja, en Málaga, son el último reducto de una especie especialmente frágil y amenazada por los incendios, las plagas, las enfermedades y el impacto del cambio climático.
El grupo de Evaluación y Restauración de Sistemas Agrícolas y Forestales (ERSAF) de la Universidad de Córdoba ha desarrollado un nuevo modelo para predecir el impacto que tendrá el cambio climático en el hábitat de este árbol y los datos no son precisamente halagüeños: La disminución neta del hábitat óptimo para la especie será del 93%en el año 2040, desapareciendo por completo a finales de siglo.
El hecho de que su hábitat se vea drásticamente reducido no implica necesariamente la desaparición de la especie en su medio natural. “Seguramente veremos cambios en su área de distribución, y en la estructura y composición específica de los pinsapares, ya que las especies forestales, por su longevidad, son muy resilientes al cambio y prologan su vida incluso en condiciones ambientales inadecuadas. Se reducirá parte de su población, pero no asistiremos a su extinción”, afirma Rafael Mª María Navarro, autor principal de la investigación.
La implementación de políticas de conservación también será otro de los principales factores que marcarán el devenir de la especie. De hecho, uno de los objetivos principales del estudio ha sido establecer refugios “climáticos” para la especie identificando aquellas localizaciones con condiciones climáticas adecuadas en el futuro, lo que permitiría mantener unos requisitos mínimos de supervivencia.
Tras caracterizar el hábitat y estudiar el impacto del cambio climático, el trabajo ha establecido algunas zonas con un mayor potencial de conservación para la especie. Entre ellas, determinados lugares de la Sierra de Grazalema y de la Sierra de las Nieves con suelos profundos y ubicados a una altitud alta y en zonas de umbría, lo que permitiría compensar el estrés hídrico. “Las poblaciones de la especies localizadas en áreas de mayor incidencia solar y, por tanto, con mayor radiación y temperatura, experimentan una mayor demanda hídrica y hay más riesgo de colapso en condiciones de sequía”, explica el investigador principal.
El modelo empleado en el estudio, que podría usarse para otras especies forestales mediterráneas, emplea algoritmos, información geográfica, registros de presencia de especies, variables edafoclimáticas y datos sobre los micrositios creados por la estructura topográfica del paisaje. Una de las claves en este sentido, destaca Rafael Mª María Navarro, es el uso de un modelo de incidencia solar, que evalúa el componente térmico de la orientación del terreno, y que ha sido desarrollado por Juan José Guerrero Álvarez, de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de Andalucía.
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