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Fotografía ilustrativa del artículo
| 20 Ago 2015

La invasión de las bellas mimosas

'Acacia dealbata', una mimosa australiana muy invasora.

‘Acacia dealbata’, una mimosa australiana muy invasora.

Si saliésemos un domingo al campo y le preguntásemos a los excursionistas que andan por los montes cual es el árbol australiano que ha proliferado mucho en los últimos 50 años y que tiene muy mala fama lo mas seguro es que todos respondiesen que el eucalipto. Ciertamente este grupo de especies ha salido de su tierra natal para colonizar todo el mundo de mano de los ingenieros forestales, y a nosotros nos han caido bastantes. Pero no son las únicas especies que han salido de Australia y se han expandido por todo el planeta. Las acacias también lo han hecho, lo que pasa es que en nuestro país se han plantado bastante poco, por lo que son menos conocidas. Así que no tienen mala fama, a pesar de ser invasoras y producir cambios importantes en los ecosistemas en los que se asientan.

El genero Acacia sensu lato (familia Leguminosae, subfamilia mimosoidae) incluye especies australianas, africanas y americanas, con la mayor biodiversidad en Australia. Se estima que un tercio de las 1012 especies de este continente han sido introducidas en otras regiones con fines ornamentales, forestales e industriales. De éstas se considera que veinticuatro se han convertido en invasoras. Forman extensas formaciones monoespecíficas que excluyen a otras especies y modifican la estructura y función de los ecosistemas en los que se asientan.

No es de extrañar que las acacias cambien los ecosistemas de forma notable, ya que son leguminosas, es decir, tienen bacterias simbióticas que fijan nitrógeno atmosférico. En consecuencia enriquecen el ecosistema con este factor limitante, ya que cuando sus hojas se descomponen el Nitrógeno se libera al medio como sales, que pueden ser usadas por el resto de las plantas y microorganismos del suelo y pasar a toda la cadena trófica. Este efecto es especialmente notable allá donde las leguminosas son poco frecuentes, como en el matorral mediterráneo de Sudáfrica (fynbos), o son menos eficientes como en las dunas costeras de Portugal. Además de esto las acacias se suelen introducir en zonas con vegetación poco desarrollada (herbazales o matorrales) para prevenir la erosión, ya sea para fijar dunas, como en Portugal, o laderas, como en Sudáfrica. Y claro, como son más grandes y tienen más biomasa que las plantas que había antes, incrementan la biomasa y la hojarasca del suelo, además de transpirar más agua. Y no solo eso, al acumular mas biomasa hacen que los incendios sean más frecuentes e intensos. Como ustedes comprenderán, todos estos cambios afectan a las especies que había en el lugar, tanto las que vemos como las que no vemos porque están dentro del suelo, como bien nos explican Paula Lorenzo y Susana Rodríguez – Echeverría en el último número de ECOSISTEMAS, dedicado a las especies invasoras.

Las acacias no se quedan quietecitas donde se siembran, sino que son capaces de expandirse por áreas adyacentes, son invasoras. Y claro, con la invasión modifican nuevas áreas, que además hacen más favorables para su reproducción, pues las nuevas plantitas crecen mejor en el suelo modificado por las acacias. Además resisten bien el fuego porque rebrotan, y tienen semillas duras que viven mucho tiempo. Con el tiempo se van haciendo las dueñas del cotarro, cambiando la estructura y función de los ecosistemas en los que se asientan. Es un bonito ejemplo de sucesión ecológica, donde las especies arbóreas sustituyen a especies con menor porte y longevidad como matorrales o herbáceas, cambiando las propiedades del ecosistema. Pero es también un problema, porque hay veces que no nos interesa que el ecosistema evolucione a bosque. Un ejemplo: la expansión de las acacias por las montañas costeras de Sudáfrica ha incrementado la evapotranspiración y por consiguiente ha disminuido la escorrentía que nutre a los embalses que riegan la lucrativa agricultura de la planicie costera. Es mejor mantener la vegetación autóctona, el fymbos, un matorral extremadamente rico en especies que protege las laderas y transpira mucho menos. Y además tiene unas flores preciosas.

Mantener a raya a las especies invasoras es bastante complicado y costoso, así que la mejor política es procurar no introducirlas, vamos, curarse en salud. Hasta ahora hemos ido sembrando especies por todas partes de forma bastante despreocupada, en la creencia de que no hacíamos nada malo. Pero ya hay bastantes evidencias de que esto no es así, que hay especies que dan problemas y que deberíamos andar con más cuidado con lo que hacemos.

Más información:

Lorenzo, P. & Rodriguez Echeverría, S. (2015) Cambios provocados en el suelo por la invasión de acacias australianas. Ecosistemas 24 (1): 59-66

 

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