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Fotografía ilustrativa del artículo
| 28 Mar 2022

Crisis energética, climática y bélica. ¿Cómo obtener energía en una tormenta perfecta?

La actual crisis climática no solo nos deja un invierno históricamente cálido y una década de temperaturas récord, sino que se solapa con una crisis energética casi sin precedentes.

calentamiento global , cambio climatico , recurso natural

Autoría: Álvaro López-Peña

Fuente: Science Media Centre

Estamos ante una crisis energética solo equiparable a la de los años setenta, o incluso superior. ¿Qué se puede hacer? Analicémoslo considerando las propuestas de instituciones como la Comisión Europea; la Agencia Internacional de la Energía para hacer frente a la dependencia del gas ruso y del petróleo; el think-tank europeo Bruegel; o el Oxford Institute for Energy Studies

Solo una palabra de caución antes de empezar: el puzle es extremadamente complejo, así que conviene dudar de verdades taxativas y soluciones fáciles. 

Ante todo, es importante separar ‘energía’ de ‘electricidad’. La crisis energética no sólo eléctrica es atribuible sobre todo al gas y al petróleo; la crisis climática, además, al carbón. 

El triángulo de la política energética.

La política energética europea, y española, viene a ser un triángulo de tres requisitos que deben cumplirse a la vez: competitividad −energía a precios asequibles; seguridad de suministro energía físicamente disponible cuándo, cómo y dónde se la necesita; y sostenibilidad energía con impactos ambientales, y sociales, admisibles.

En las últimas décadas se podría decir con matices que se ha puesto el foco sobre todo en la competitividad y la sostenibilidad. La seguridad de suministro ha mejorado desde la perspectiva interna, puesto que dentro de nuestras fronteras tenemos mayores capacidades de generación y mejores redes energéticas. Pero desde la perspectiva externa hemos seguido siendo muy dependientes de importaciones. 

La UE, con pocos yacimientos, importa casi todo su consumo de productores como Rusia, EEUU, países del Golfo, Argelia o Noruega. La actual situación geopolítica nos ha hecho darnos de bruces con esta situación y su relación con la competitividad, a través de los precios. 

Si además tenemos en cuenta la sostenibilidad pues la crisis climática sigue ahí, como acertadamente nos recuerda el IPCC, ¿qué soluciones habría?

Reducir el consumo de gas y petróleo.

La salida pasa por disminuir el consumo de gas y petróleo. Además el que consumamos debe provenir de socios fiables y diversos, y tener un precio competitivo. Estos cambios deberían tener lugar muy rápido si el próximo invierno es muy frío podría ser un problema, y sin que aumentemos las emisiones de CO2 ni otros impactos ambientales. 

Pero esto, por supuesto, es más fácil de decir que de hacer. Por ejemplo, si para reducir gas y petróleo quemamos más carbón, sobre todo para sustituir al gas que usamos en generación eléctrica, aumentaríamos las emisiones de forma importante. Arriesgaríamos una credibilidad y liderazgo climático que nos ha llevado décadas construir, en un momento en que se debate reducir el carbón en países donde es realmente crítico, como en India, China y Sudáfrica. 

Además, la generación eléctrica con carbón es cara: en la UE tenemos un mercado de carbono, de forma que por cada tonelada emitida hay que pagar entre 50 y 100 euros (aunque habría formas de reciclar estos ingresos). En el caso de España, ciertas centrales de carbón que iban a cerrarse parece que se podrían reactivar.

¿Y si incrementamos la energía nuclear?

Otra opción sería incrementar la energía nuclear, también para sustituir al gas que usamos en generación eléctrica. Una ventaja clara es que no emite CO2. Pero por el momento no se plantea la construcción de nuevas centrales en España: exigiría muchos años de construcción y una inversión de miles de millones de euros  que se traduciría en  un (relativamente) alto precio por MWh generado. 

La nuclear con centrales ya construidas podría ser parte de la solución, pero ¿cuánto podremos seguir usándolas con absoluta seguridad? Se están viendo ahora, además, las debilidades de los reactores existentes en un contexto bélico. Se habla también de los reactores modulares pequeños (SMR en inglés), pero sigue estando el debate de la no proliferación: ¿por qué nosotros sí podemos usar la nuclear y otros no? La pregunta se vuelve más difícil en un escenario bélico como el actual, con potencias nucleares involucradas. 

Diversificar suministros de gas y petróleo.

Parte de la solución pasaría por diversificar suministros de gas y petróleo. En el caso del gas, sería a) por tubería, importando por ejemplo de Azerbaiyán, Noruega, y Argelia y b) por buque metanero, importando gas natural licuado (GNL) de un mercado cada vez más globalizado.

España está muy bien posicionada por la gran capacidad de recepción (regasificación) de GNL, pero estamos poco conectados por tubería con Europa. Y en el mercado mundial del GNL competimos con grandes países asiáticos como China y Japón, por lo que la factura para desviar esos buques sería cara, y aún no está claro si sería posible porque es un mercado con una gran complejidad contractual. 

En el caso del petróleo, al importarse casi todo por barco, la diversificación es algo más sencilla, aunque una vez más la factura puede ser alta.

Las renovables sí cumplen los tres requisitos.

Solo las renovables y la eficiencia energética parecen pasar los tres test del mencionado triángulo energético de forma robusta y como solución a largo plazo: no dependemos de nadie, tienen un impacto ambiental considerablemente menor y en gran medida son coste-eficientes. Además, se está haciendo un buen trabajo para integrar las renovables en nuestros mercados y sistemas eléctricos. 

Pero resuelven el problema principalmente por el lado de la electricidad, no de la energía. Por eso hay que avanzar en la electrificación, por ejemplo, de coches o calefacción; o invertir masivamente en renovables para usos térmicos, como la energía solar térmica o la bioenergía. 

También se requiere inversiones en red e interconexión con Francia, y acelerar la tramitación administrativa, mientras al tiempo se aborda la creciente contestación en zonas rurales. Es decir, no es tan rápido contar con las renovables, pero hay que apoyarlas. 

Lecciones de la pandemia.

La eficiencia energética debería ser la ‘llave de bóveda’ de cualquier solución. Un porcentaje muy importante de la demanda se puede reducir. Sería rentable para los consumidores, aunque implica cambios en nuestro modo de vida. Cambios como la vuelta al teletrabajo, reemplazar calderas de gas por bombas de calor o reducir el coche y el avión en favor del transporte público y el tren.

Probablemente necesitemos luchar esta guerra reduciendo drásticamente nuestro consumo energético. Sí, eso puede implicar cambios en nuestros hábitos, pero quizás no tan diferentes a los que ya impuso la pandemia.

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