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Fotografía ilustrativa del artículo
| 06 Mar 2020

Cuando la ciencia se asoma a las salinas

Autoría: José Teodoro del Pozo / Fundación Descubre

Asesoría científica: Macarena Castro.

El trabajo del salinero es una tradición ancestral cerca de desaparecer. Hoy día la ciencia se afana en rescatar y actualizar esta profesión en Andalucía manteniendo su esencia y ofreciendo nuevas formas de explotación como la producción de microalgas para la depuración de agua, la fabricación de cosméticos o la gastronomía, entre otras.

Equipo científico del Grupo de Humedales Costeros, UCA

El equipo científico del Grupo de Humedales Costeros de la UCA toma datos sobre anidamiento de aves en las salinas La Esperanza.

La sal, un elemento esencial para la vida, es abundante en la Tierra, pero aún requiere ser extraída de depósitos de piedra o aguas saladas. Hay diversos tipos: entre otras, de interior, procedente de afluentes subterráneos donde simplemente se evaporaba la sal; o costeras, aprovechando la entrada del mar mediante las mareas. En cualquier caso, estos procesos generan fastuosos paisajes, que incluyen desde piscinas multicolores de agua a esculturas geométricas. Lugares convertidos en destinos turísticos que hoy día, además, la ciencia persigue reivindicar con un triple objetivo: recuperar el viejo oficio del salinero, ayudar a las aves que habitan en las salinas y obtener rentabilidad en sectores como el de la energía, la cosmética o la gastronomía.

En Andalucía, la producción de sal se ha visto reducida, casi hasta su desaparición, desde la llegada en el siglo XIX de los procedimientos industriales. “No siempre ha salido así”, reclama la investigadora del departamento de Biología de la Universidad de Cádiz, Macarena Castro. “Desde un punto de vista etnográfico, hasta la década de los 60 la sal era imprescindible para conservar los alimentos. En Cádiz, por ejemplo, los grandes conserveros de todo el mundo venían a cargar la sal que empleaban para mantener el pescado, ya que de otra forma no podían traerlo a tierra. Esto hizo que floreciera muchísimo la industria salinera”, explica.

Fotografía de Macarena Castro.

Macarena Castro, en las salinas.

Según explica Macarena Castro, tras la llegada de la industria del frío, la sal deja de ser necesaria para conservar: “Es un fenómeno global. Se abandona la salinera artesanal y comienzan las industriales o sales de mayor extensión. En concreto, en la Bahía de Cádiz, hasta la década de los 50, había 150 salinas activas. Ahora quedan seis”.

Un hábitat artificial pero necesario

Las salinas, afirman los expertos, constituyen un hábitat artificial formado por el ser humano. “Paradójicamente, si no hubiéramos creado las salinas, estas serían zonas de estuario, de marismas, es decir, zonas naturales para las aves”. Sin embargo, prosigue la experta, al crear las salinas numerosas aves encontraron un lugar donde alimentarse y cobijarse a lo largo de miles de años: “Desde la época de los fenicios y los romanos, las aves se han ido favoreciendo por la implantación humana. En las zonas másprofundas están las más zancudas como las garzas, los flamencos o las espátulas. En los canales intermedios encontramos las de pata mediana, estas son las agujas o los archibebes. Al final, la zona de cristalización es utilizada por las aves más pequeñas como los correlimos o los chorlitejos”.

En definitiva, recalca Castro, las salinas describen un mosaico de distintos micro hábitats que pueden ser aprovechados por muchas aves: “Son capaces de encontrar alimento accesible, predecible y disponible”.

Las salinas y el salinero del siglo XXI

“El de salinero, hasta su decaimiento en la década de los 60, era un trabajo muy prestigioso. Al finalizar la jornada iban con los pantalones remangados para que se viera la marca del sol en sus piernas y las chicas vieran que trabajaban en la sal”, afirma la investigadora. La ciencia quiere recuperar este oficio y en la actualidad la Universidad de Cádiz aparece como pionera en el estudio de este ámbito. “Somos la única universidad que tiene una salina para experimentar, un laboratorio natural. Aprovechamos el conocimiento del salinero antiguo para adaptarlo a lo nuevo, que sepa desde marketing a nuevos productos e innovaciones”, resumen Castro.

Salinas, a mediados del siglo XX y en la actualidad.

A la izquierda, las salinas en una imagen de mediados del siglo XX. A la derecha, extracción de sal en la actualidad.

En este sentido, desde el departamento de Tecnología del Medio Ambiente de la Universidad de Cádiz, al que pertenece la experta, Macarena Castro, están centrados en la búsqueda de nuevos productos que puedan hacer rentables las salinas a la vez que mantienen la biodiversidad existente. En este sentido, están trabajando con el grupo de investigación de Ficobiotecnologia ambiental en la producción de microalgas en salinas, esto es, cómo hacer una producción sostenible de micro algas ahorrando costes. “Las micro algas son útiles en la depuración de agua, en cosmética, gastronomía, biofertilizantes o cremas protectores. Trabajamos en un proyecto relacionado con la utilización de estos microorganismos como protectores solares que además son biodegradables”, comenta la investigadora.

Chorlitejo patinegro.

Chorlitejo patinegro. Foto: Andrés de la Cruz.

Además, el grupo de investigación Estructura y Dinámica de Ecosistemas Acuáticos, también de la Universidad de Cádiz, está estudiando la manera de cultivar macroalgas en salinas aprovechando que las corrientes de apertura y bajada de compuertas por el salinero favorecen un mejor crecimiento de las propias algas en su medio natural. “Otras formas de explotación son el turismo ornitológico o las delicatessen relacionadas con flor de sal, una sal de alta calidad que es muy delicada, se recoge con medios manuales y es muy apreciada gastronómicamente. Manteniendo, siempre, las pautas para que todas estas nuevas actividades sean sostenibles”, añade Castro.

Contra el abandono

Otra de las razones para no “abandonar” las salinas está, según los expertos, relacionada con su inutilidad tras caer en desuso. “Cuando las salinas están muy lejos de la influencia mareal, aunque la abandones, no se llega a recuperar marisma natural, ya que los caños están colmatados de tantos años. A partir de un kilómetro, se convierte en un polvero salino y deja de tener interés para plantas o aves”, comenta Macarena Castro.

Finalmente, la apuesta de la ciencia para la reactivación de un oficio milenario como el del salinero y un hábitat como el de las salinas es recuperar marisma natural o, en caso de que existan salinas más interiores, el ser humano, afirman los investigadores, debe favorecer su conservación: “Recuperando un oficio que se ha perdido en una comarca como Andalucía (cultura), ayudando a las aves proporcionándoles un medio donde vivir (ecología) y apostando por la ciencia y la transferencia de la innovación (economía)”.

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