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Fotografía ilustrativa del artículo
| 09 Mar 2020

Residuos agrícolas, una alternativa al plástico en vasos desechables

agricultura , residuos

En los últimos tiempos, la opinión pública defiende cada vez más la necesidad de vivir bajo la premisa de un desarrollo sostenible. Sobre todo en los países más industrializados ha aumentado la conciencia respecto al agotamiento de los recursos naturales y al efecto dañino que el modelo de economía lineal provoca en el planeta.

Consumimos productos que necesitan de una gran cantidad de recursos naturales limitados (crisis del carbón, del petróleo) y que tienen devastadores efectos sobre la naturaleza.

Un ejemplo lo tenemos en los pequeños envases de plástico de un solo uso. Llevan años instalados en nuestras vidas, facilitándonos las cosas. Nos hemos dado cuenta hace relativamente poco que deben ser sustituidos por otros.

Un final anunciado.
El 27 de marzo de 2019, el pleno del Parlamento Europeo aprobó el acuerdo alcanzado en el Consejo de la Unión Europea por el que a partir de 2021 se prohibirá la comercialización de pequeños envases de plástico de un solo uso.

En España, el 16 de julio del año pasado se publicó una proposición de ley para la prohibición, a partir del 1 de enero de 2020, de la comercialización de plásticos de un solo uso.

Llegado este punto, resulta imprescindible hacerse dos preguntas antes de abordar la búsqueda y aplicación de nuevas materias primas en la fabricación de pequeños envases de un solo uso:

  • ¿Van a seguir fabricándose envases de un solo uso? Parece claro que su demanda no se verá reducida, por lo que toda consideración acerca de la mayor duración de los envases queda relegada. Así, quedan descartados recipientes de cerámica, vidrio, acero, aluminio, etc., que necesitan recursos naturales para su fabricación (y en ocasiones generan un elevado impacto ambiental) y procesos de producción más costosos económica y energéticamente. Por tanto,
  • ¿Podrán ser sostenibles estos pequeños envases de un solo uso? Para responder a esta pregunta es importante tener claro qué se entiende por sostenible y por desarrollo sostenible. Este concepto aparece por primera vez de la mano del informe Brundtland y puede resumirse como “aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

A partir de aquí, parece claro que la sostenibilidad debe estar presente en cada una de las etapas de producción de estos envases, a través de:

1) La selección adecuada de materias primas, evitando aquellas que erosionan la tierra, que sean recursos naturales no renovables o que se empleen en alimentación humana.

2) Procesos de producción ambientalmente saludables.

3) La posibilidad de fabricarlos en los lugares de consumo, evitando una alta huella de carbono que lesionaría gravemente el concepto de sostenibilidad.

4) Una alta degradabilidad del envase una vez haya realizado su función.

Las posibilidades de los residuos agrícolas.

De acuerdo a las premisas anteriores, una materia prima idónea es, sin duda, el residuo generado en la actividad agrícola, también conocido como biomasa vegetal o biomasa lignocelulósica.

La agricultura, una actividad imprescindible para la humanidad, produce cada año enormes cantidades de residuos que, dado su composición mayoritaria en celulosa, hemicelulosas y lignina, deben y pueden ser valorizados. Se estima que el ratio fruto/residuo está entre el 0,5 y 1,2, por lo que la cantidad anual de residuos que se generan es muy elevada. Si los utilizamos para fabricar nuevos productos, estaríamos empleando una materia prima no destinada a alimentación humana.

Además, podemos aplicar tratamientos ambientalmente favorables de la biomasa vegetal. La naturaleza estructural de estos residuos permite usar reactivos como el hidróxido sódico (empleado en el curado de las aceitunas) y operar en condiciones suaves, con el consiguiente ahorro económico, tanto en el montaje de la instalación como en el ciclo productivo (menor gasto energético).

Los residuos agrícolas consumen recursos humanos y materiales. Valorizarlos cerca de la explotación agrícola se traduce en un aumento de la rentabilidad de la actividad (se recibirían menos subsidios).

Por otro lado, la creación de pymes en las zonas rurales agrícolas permitiría, además de la valorización de los residuos y la disminución de la huella de carbono, la creación de puestos de trabajo, algunos cualificados. Sería, por tanto, extremadamente útil en la lucha contra la despoblación rural.

Finalmente, dada la naturaleza del residuo, los envases serían biodegradables y podrían ser compostados o vermicompostados.

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