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El acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP15), celebrada en diciembre en Montreal, es un catálogo hermoso de propósitos de año nuevo. De esos que no se cumplen más allá del mero deseo de cambiar lo que creemos tuerce nuestras vidas.
En las últimas décadas, multitud de trabajos científicos han demostrado los impactos que la actividad humana tiene sobre el medio natural que nos rodea. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se han focalizado en elementos y procesos que están a la vista del ojo humano, sobre la superficie terrestre, mientras que han sido muchos menos los que se han centrado en elementos y procesos que tienen lugar en el subsuelo.
Dicen que la ciencia muchas veces supera a la ficción y la iniciativa Teabag Index es un ejemplo. La estrella de este proyecto es un objeto tan cotidiano como una bolsita de té o rooibos y está ayudando a investigadores de todo el mundo a entender mejor el cambio climático. ¿De qué manera?
Una campaña en una calle de Portland (EEUU), que ha promovido la plantación durante 30 años, permite demostrar a los científicos que existe una asociación con la reducción de la mortalidad. Asimismo, el efecto es más pronunciado a medida que la arboleda crece y envejece.
Un trabajo internacional en el que participan el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y el Instituto de Ciencias Forestales (ICIFOR), ambos del CSIC, ha comprobado cómo incrementar el número de especies arbóreas en los bosques mejora tanto su producción como su estabilidad.
En los años 2019 y 2020 se registró un inusual número de incendios en el Ártico. Esto disparó las alarmas de la comunidad científica, ya que en el Ártico hay grandes extensiones de turberas de permafrost, una capa de subsuelo permanentemente congelada que acumula gran cantidad de carbono.
Según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), a medida que continúe la tendencia al calentamiento, el calor excepcional, los incendios forestales, las inundaciones devastadoras y otros efectos del cambio climático se cobrarán un precio cada vez mayor en la sociedad, las economías y los ecosistemas.
Una extensa red de vasos sanguíneos conocida como rete mirabile (red maravillosa) ayuda a proteger el cerebro de las ballenas y delfines, protagonistas de nuestro #Cienciaalobestia, cuando nadan bajo las olas. De esta forma, se salvaguardan de los pulsos de presión sanguínea generados al sumergirse a gran profundidad.