
Los abejarucos de Doñana ahora prefieren criar junto a las carreteras por una creciente presión ganadera
En el siglo pasado, los abejarucos de Doñana solían criar en sustratos naturales en la zona de la vera, entre la marisma y el monte mediterráneo. Desde hace un par de décadas han trasladado sus nidos hacia las cunetas de pistas y carreteras. Un nuevo estudio de la Estación Biológica de Doñana – CSIC concluye que esto puede ser debido a un incremento de la presión ganadera.
Históricamente, los abejarucos en Doñana solían excavar sus nidos en la zona intermedia ubicada entre la marisma y el monte mediterráneo, conocida localmente como la vera. Sin embargo, a partir del año 2000 se inició un cambio en las preferencias de cría de esta especie. Desde entonces, el número de nidos en el borde de las pistas y carreteras no ha dejado de aumentar, mientras que el número de colonias en sustratos naturales ha descendido progresivamente. Un estudio de la Estación Biológica de Doñana – CSIC concluye que esto podría deberse al incremento del número de cabezas de ganado en la vera.
“Este es un ejemplo interesante de cómo algunas especies son capaces de adaptarse a hábitats artificiales creados por el ser humano y llegar a preferirlos frente a los hábitats naturales que utilizaban originalmente”, explica Marcello D’Amico, investigador de la Estación Biológica de Doñana – CSIC.

Aunque la cría de abejarucos en carreteras está muy extendida, no todas las infraestructuras son aptas para albergar colonias.
En la zona de la vera de Doñana, la mezcla de sustratos arenosos y arcillosos ofrece un lugar perfecto para que los abejarucos excaven sus nidos en el suelo. Esta especie suele cavar túneles a suficiente profundidad para mitigar el impacto de la temperatura superficial. Necesitan hacerlo en suelos lo bastante moldeables para ser excavados pero lo bastante firmes para que no colapsen.
De hábitats naturales a las cunetas
Para realizar el estudio ha sido muy importante contar con datos históricos de observación. Los cuadernos de campo de ornitólogos de Doñana durante el periodo de 1970 a 1999 habrían registrado al menos 17 colonias de abejaruco con un total de 1543 nidos en estas zonas. Durante estas décadas, sólo se reportó una única colonia fuera de la zona de la vera, junto a una carretera en La Rocina, con aproximadamente 40 nidos, lo que suponía el 2% de los nidos registrados hasta entonces.
Sin embargo, durante los años siguientes, el personal de la Estación Biológica de Doñana comenzó a detectar que los abejarucos comenzaban a anidar cada vez más junto a pistas y carreteras. Se realizaron entonces tres censos de nidos activos de abejaruco, en 2011, 2016 y 2022. En 2011, los nidos detectados junto a carreteras constituían el 61% del total. En el censo de 2016, era ya el 94% y en 2022, el 97% de los nidos se localizaban en estos sustratos artificiales.
El uso de los bordes de las carreteras para excavar los nidos no es algo inusual en esta especie. Sin embargo, aunque la mayoría de carreteras y pistas en Doñana se construyeron entre finales de los 60 y principios de los 70, no fue hasta los años 2000 cuando los abejarucos comenzaron a anidar en sus bordes. ¿Qué motivo había detrás de este cambio de preferencia?
“Este cambio podría estar relacionado con un incremento del impacto de la presión ganadera sobre las colonias situadas en hábitats naturales”, explica Jacinto Román, técnico científico de la Estación Biológica de Doñana y primer autor del estudio. Durante los últimos años de la década de los 90, el número de cabezas de ganado se multiplicó por más de tres en la zona de la vera y esta alta densidad se ha mantenido hasta la actualidad.
La ausencia de grandes desniveles en Doñana implica que los abejarucos deban excavar directamente en el suelo, lo cual los deja vulnerables al pisoteo del ganado. Este aumento de la presión ganadera no ha ocurrido, sin embargo, en las zonas aledañas a la carretera del Palacio de Doñana, que los grandes herbívoros suelen evitar.
Criar en las cunetas
“Criar junto a las carreteras también tiene sus consecuencias”, señala Román. “En previos estudios, se ha observado que los abejarucos responden al paso de vehículos como si fueran depredadores, emprendiendo el vuelo y emitiendo más llamadas de alerta”. También está el riesgo de atropello. A pesar de todo, se ha observado que las tasas de alimentación se habían duplicado, lo que había resultado en un incremento potencial del éxito de reproducción.
No obstante, este balance entre costes y beneficios de anidar junto a las carreteras podría tener un límite. Hasta la fecha, el equipo científico sólo ha encontrado nidos de abejaruco junto a carreteras de albero y carreteras pavimentadas con un volumen de tráfico bajo o medio, pero no en vías pavimentadas con mucho tráfico o caminos de arena.
“Curiosamente, aunque la cría de abejarucos en pistas y carreteras está muy extendida en Doñana, no todas las infraestructuras parecen ser aptas para albergar colonias”, explica D’Amico. “Comprender por qué algunas son utilizadas y otras no, será un paso clave para entender cómo esas aves se adaptan a entornos que, en principio, parecerían hostiles”, concluye.
Este trabajo abre una línea de investigación centrada en los mecanismos que permiten a algunas especies adaptarse y prosperar en entornos antropizados y potencialmente adversos, como las carreteras.
Referencia:
Román J., Blas J., Bastianelli G., Suárez-Couselo M.A., Revilla E., D’Amico M. (2025). ‘Colonizers on the road: European bee-eaters shift nest-site selection to roadside habitats’. Ecology.
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