Las peleas entre aves en el nido son más intensas en especies con más años de vida adulta
Científicos de la Estación Biológica de Doñana han identificado una mayor tasa de agresión entre pollos con progenitores que ponen escaso número de huevos en cada puesta pero de larga vida reproductora. Este largo periodo reproductor implica que emplean menos esfuerzo en el cuidado de los hijos, porque tendrán bastantes oportunidades para reproducirse.
Investigadores de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) han relacionado la intensidad de la agresión entre pollos de aves hermanos en el nido con el cuidado paterno limitado. Este comportamiento de reducir esfuerzo en la cría de los hijos aparece en animales con más años de vida adulta, ya que contarán con bastantes oportunidades para reproducirse.
El trabajo de los expertos permite entender por qué algunas especies no practican la agresión, mientras que otras llegan al fratricidio. Los investigadores destacan que la clave para entender estas luchas no está en la etapa infantil, sino cuando se van a convertir en adultos. Es un mecanismo para que los juveniles se aseguren el objetivo de alcanzar la edad reproductora. “El verdadero beneficio de la agresión tiene lugar, no durante el periodo de estancia en el nido, sino después, cuando los pollos afrontan un periodo de alta mortalidad, antes de convertirse en adultos y reproducirse por primera vez”, señala a la Fundación Descubre el investigador de la Estación Biológica de Doñana Tomás Redondo, autor del estudio ‘Broodmate aggression and life history variation in accipitrid birds of prey’, publicado en la revista Ecology and Evolution.
Hasta ahora, estaba considerado que la agresión y el fratricidio resultaban ventajosos para los pollos mayores. También suponía un coste en gasto de energía y riesgo de heridas y, por tanto, sólo se lo permitían las especies en las que resulta rentable la agresión. Así, las investigaciones manejaban variables centradas en el periodo de estancia en el nido como el número de hermanos, duración de la permanencia en el nido, frecuencia de la alimentación o forma en que los padres reparten el alimento.
El trabajo de los expertos de la EBD plantea una alternativa. “Aunque algunos de estos aspectos se hallan relacionados con la agresión, la verdadera causa se encuentra en la forma de vida adulta y no en el nido”, añade Redondo. Frente al concepto de eficacia y coste, los investigadores consideran que las especies resultan más agresivas cuando el verdadero beneficio tiene lugar al afrontar el periodo de elevada mortalidad, el pre adulto.
La agresión, en caso de tener éxito, asegura toda la atención parental. “Resulta especialmente intensa en especies en las que alcanzar la edad reproductora es un objetivo en especial difícil”, indica Tomás Redondo. Son las llamadas de historia de vida lenta, o sea, de madurez sexual retardada, elevada mortalidad juvenil pero baja mortalidad adulta y gran longevidad. Tienen una vida larga con el esfuerzo reproductor repartido, en lugar de una vida corta y de puestas con numerosas crías.
El científico de la EBD apunta algunos ejemplos. “El águila pescadora emplea dos horas al día para capturar comida, aunque los pollos tengan hambre, porque si sobreviven algunos será suficiente. Hay otras especies que no se enfrentan con un depredador que ataca su nidada, no se arriesgan porque tienen una larga vida reproductiva que conservar”, señala Tomás Redondo.
Sólo rapaces
Los científicos han revisado el comportamiento en nido de 65 especies de rapaces de todo el mundo, en trabajos de campo realizados por otros expertos. Se centra en rapaces diurnas por tratarse del grupo de aves más numeroso y donde más variación existe en la competencia agresiva entre hermanos de nido. Además, estas especies alimentan a sus pollos de la misma manera, ya que transportan una sola captura cada vez. En otras aves donde también se da pugna entre hermanos (pelícanos, alcatraces o garzas) el número de capturas que llevan en el buche resulta variable y desconocido.
Otro hallazgo del trabajo indica que las especies más agresivas suelen criar en hábitats estables –por ejemplo, trópicos–, que favorecen la supervivencia adulta. También aquellas que se alimentan de presas ágiles, difíciles de capturar (como aves y peces), que obligan a un largo entrenamiento y, por tanto, se retrasa la edad de la primera reproducción.
El equipo investigador ha empleado 4 años en el trabajo y continúa analizando si la competencia agresiva entre hermanos es un rasgo más de historia de vida, que puede explicar las variaciones que se observan en este carácter en toda la clase de aves.
El estudio está financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, y la Human Capacities Grant Management Office de Hungría.
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