Las especies invasoras con carisma lo tienen más fácil para introducirse en nuevos hábitats
Un estudio internacional, en el que participa la Universidad de Córdoba, evalúa la influencia del carisma en el manejo de especies invasoras y concluye que la percepción que se tiene de ellas puede obstaculizar su control y condicionar su propagación.
El carisma puede disparar el éxito profesional o mejorar la capacidad de liderazgo. Marca la diferencia en un debate dialéctico, sitúa a las personas en el centro de atención e incluso contribuye a ganar elecciones. No obstante, este magnetismo inherente al triunfo que tanto se estudia en los manuales de coaching parece no ser solo patrimonio del ser humano. También puede convertirse en un aliado de determinados seres vivos para introducirse en nuevos ecosistemas. Las especies con carisma lo tienen más fácil.
Esta es al menos la principal conclusión de un estudio internacional dirigido por el Centro de Biología de la Academia de Ciencias de la República Checa y el Instituto Leibniz de Ecología de Agua Dulce y Pesca Interior (IEGB), en el que participa el investigador Pablo González de la Universidad de Córdoba. El trabajo evalúa la influencia del carisma en el manejo de especies invasoras y concluye que esta capacidad para fascinar de algunos seres vivos puede llegar a obstaculizar el control y condicionar su propagación. “Las especies carismáticas como las plantas ornamentales, los peces de acuario o las mascotas exóticas tienen más posibilidades de ser introducidas deliberadamente por el ser humano”, explica Pablo González.
Según la literatura científica, que lleva años estudiando este concepto, el carisma en especies exóticas se define como “el atractivo que afecta a las percepciones e inspira respuestas positivas en los seres humanos”. La investigación apunta a que el tamaño del cuerpo, la emisión de sonidos particulares u olores agradables, la coloración distintiva o el pelaje peludo son algunos de los principales rasgos que contribuyen a esta atracción. Uno de los ejemplos es el mapache, una especie exótica en Japón que se ha extendido prácticamente por toda su geografía. Sus rasgos faciales y sus comportamientos cómicos, como sumergir la comida en agua antes de ingerirla, lo han convertido en una de las mascotas preferidas por el país nipón.
Aunque a ojos del ser humano un lagarto no despierta la misma simpatía que un oso panda, las especies invasoras, independientemente de su atractivo, “pueden causar serios problemas en los nuevos hábitats al competir por alimentos o al ser vectores de enfermedades”, explica el profesor Jonathan Jeschke, uno de los autores de la investigación.
El estudio, en el que también ha participado la investigadora española Ana Novoa, ha analizado varios casos en los que el carisma también influye en el lenguaje utilizado en los medios de comunicación. No es casual que a determinadas especies de vegetales se les denomine “malas hierbas”, mientras que otras plantas ornamentales con largos periodos de floración gozan de mayor prestigio. La ardilla gris en Italia, una especie invasora originaria de Norte América, es otro de los casos paradigmáticos. Una campaña en defensa de los derechos de los animales que representó a estas ardillas en forma de simpáticos personajes de dibujos animados contribuyó al fracaso de los programas de erradicación. “El hecho de que una especie problemática sea percibida como adorable puede dificultar su gestión al contar con la oposición pública”, destaca Ivan Jaric, autor principal del trabajo.
Según el estudio, la percepción social de estas especies también depende de un componente cultural. La Echium plantagineum, un tipo de hierba europea introducida en Australia, es denominada en algunos lugares como “la maldición de Patterson”, mientras que en otras zonas recibe el apodo de “la salvación de Jane”. La planta venenosa elimina todo lo que crece a su alrededor, pero como contrapartida ofrece enormes áreas de flores color púrpura que agradan la vista.
Efectos del carisma en los programas de investigación
Los proyectos de investigación científica y los programas de financiación tampoco se libran de ser embaucados. Según el propio estudio, la investigación en especies invasoras carismáticas suele disponer de más fondos y recibir un mayor interés por parte de la comunidad investigadora. “Esto puede ocasionar lagunas en el conocimiento científico y lleva a priorizar la gestión de las invasiones con mayor interés social pero no las que mayor impacto real ocasionan”, subraya la investigadora Ana Novoa.
Por ello, el equipo responsable del estudio recuerda la importancia de tomar conciencia sobre la influencia que ejerce el carisma en el tratamiento de estos seres vivos. Especies que, por adorables que parezcan, pueden ocasionar severos problemas al establecerse en un ecosistema no acostumbrado a su presencia. Como dice el famoso refrán, no es oro todo lo que reluce. El interior es lo que cuenta.
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