La crisis climática en 2020: avances y medidas para mitigar su impacto
Recientemente, un grupo de investigadores liderado por William J. Ripple (Universidad de Oregón) escribían para la revista Scientific American un artículo titulado “The Climate Emergency: 2020 in Review”. En él, nos cuentan en qué punto de la crisis climática nos encontramos, así como los avances y fracasos de este 2020.
A continuación, se muestra el texto traducido al castellano con el objetivo de que el mensaje llegue al mayor número de personas posible.
Pese a que ha habido avances prometedores, la necesidad de actuar ya se vuelve incluso más urgente.
La crisis climática ya está aquí y se está acelerando más rápidamente de lo que la comunidad científica había pronosticado, generando una gran preocupación en el mundo científico. Los efectos adversos de la crisis climática son mucho más severos de lo esperado, y ahora amenazan tanto a la biosfera como a la humanidad. Hay evidencias aplastantes sobre la conexión entre la frecuencia y la intensidad de los fenómenos climáticos extremos y el cambio climático. Por ejemplo, el año 2020 ha sido uno de los más calurosos desde que se tienen registros. Además, esta alta temperatura ha ido acompañada de incendios forestales de enorme magnitud en el oeste de Estados Unidos y Australia, olas de calor extremas en Siberia, alcanzándose 38ºC en el círculo polar Ártico, y un descenso en la superficie de hielo marina (cubriendo 5,28 millones de km2 en octubre del 2020). A todo esto hay que sumarle una temporada de huracanes atlánticos que ha causado más de 46.000 millones de dólares en pérdidas e inundaciones y corrimientos de tierra catastróficos que desplazaron a más de 12 millones de personas en el sur de Asia.
Hay que poner todos los esfuerzos en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero e incrementar la retirada de carbono atmosférico para parar el derretimiento del Ártico y terminar con la espiral de destrucción que nos está trayendo el cambio climático. Los científicos ahora saben que un cambio climático catastrófico podría hacer inhabitable una porción significativa de nuestro planeta. Las altas emisiones contaminantes producidas de forma continuada retroalimentan un bucle negativo que nos acerca inexorablemente a puntos de no retorno. Hasta la fecha, 1859 jurisdicciones de 33 países han hecho declaraciones oficiales sobre la emergencia climática actual, representando a más de 820 millones de personas en todo el mundo.
En enero de 2020, los autores alertaban de un sufrimiento humano incalculable en el documento titulado World Scientists’ Warning of a Climate Emergency firmado por más de 11.000 científicos de 153 países a fecha de publicación (¡Ecomandanga incluida!). Esta alianza mundial de científicos sigue recogiendo firmas y cuenta ya con 13.700 científicos firmantes. En el artículo de William J. Ripple y colaboradores, se presentan gráficas mostrando signos claros de tendencias climáticas muy preocupantes que limitarán el progreso de la humanidad (entrada relacionada). En base a estas tendencias y empujados por la obligación moral de los científicos de advertir claramente sobre estas amenazas catastróficas (y decir las cosas como son), Ripple y sus colaboradores declaran una emergencia climática y sugieren políticas para afrontarla. Necesitamos un cambio transformador sustentado sobre 6 pasos fundamentales que incluyen medidas en materia de energía, contaminantes atmosféricos de vida corta, naturaleza, alimentación, economía y población. A continuación, podéis ver un corto vídeo (en inglés) en el que se aportan detalles sobre estos 6 pasos.
La evolución de la crisis climática en 2020.
A continuación, desgranamos los progresos que se han dado en estos 6 pasos o temáticas durante 2020. Hemos visto algunos avances en energía, naturaleza y alimentación. De manera sorprendente, la Unión Europea está en camino de cumplir con sus compromisos en reducción de emisiones de gases para 2020 y llegar a una economía neutra en carbono para 2050. Sin embargo, aunque se cumpla este objetivo, las temperaturas seguirán incrementándose hasta niveles peligrosos. Otros hechos alentadores son el reciente compromiso de China y Japón para llegar a las cero emisiones en 2060 y 2050, respectivamente. Promesas similares han sido realizadas también por Reino Unido, gobiernos regionales y diversas corporaciones. Pese a estas tendencias esperanzadoras, hay sobradas evidencias de que para 2050 ya será demasiado tarde, por lo que deberíamos alcanzar una economía neutra en carbono (que no se emita más de lo que se fija) mucho antes, barajándose la opción de 2030 como la más deseable.
El nuevo presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, se ha comprometido a que su país se una al Acuerdo de París. De hecho, ofreció un plan climático de 2 billones de dólares para reducir el uso de combustibles fósiles a través de expandir el uso de energías renovables. Esta medida permitiría crear puestos de trabajo, reducir la contaminación e invertir en comunidades históricamente desfavorecidas. Además, es absolutamente necesario reducir drásticamente las emisiones de CO2 y otros gases al tiempo que se incrementa el secuestro y acumulación de carbono en bosques, manglares, humedales y otros ecosistemas. El desafío de Bonn supuso un progreso importante para avanzar en la restauración de bosques y otros ecosistemas, pero se necesita mucha más inversión para desarrollar soluciones climáticas naturales. El consumo mundial de carne, que debe reducirse para mitigar el cambio climático, se espera que se reduzca un 3% este año, principalmente como consecuencia de la COVID-19. Este descenso temporal coincide con el aumento de popularidad de los sustitutos cárnicos, como ha ocurrido en EEUU, donde se prevé que la venta de estos productos alcance los 1000 millones de dólares anuales.
Aunque el confinamiento causado por la pandemia de COVID19 resultó en un descenso del 7% en las emisiones de CO2 en 2020, esta reducción no será duradera dado que no ha habido un cambio sustancial en la forma de producir energía. Esta caída de emisiones fue minúscula en comparación con la acumulación gradual de gases de efecto invernadero que nos ha llevado a batir récords consecutivos de temperatura desde 2015. De hecho, la concentración atmosférica de CO2 ha continuado subiendo rápidamente en 2020, alcanzando un nuevo récord en septiembre. La pandemia de COVID19 también ha llevado a posponer la esperada COP26, la cumbre sobre cambio climático organizada por la ONU, tras el fracaso en 2019 de su antecesora la COP25. Estamos preocupados porque ninguno de los grandes países industrializados está en camino de lograr el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1.5 º C. En su lugar, las acciones de muchos países ricos –incluyendo EEUU- solo serían capaces de limitar este crecimiento a 3º C. Por lo tanto, desafortunadamente, los progresos respecto a cambio climático en 2020 se limitan a los contaminantes atmosféricos de vida corta, la economía y la población.
Pasos a seguir durante 2021.
Ahora que comenzamos el 2021, necesitamos una movilización a gran escala para hacer frente a la crisis climática, incluyendo un mayor progreso en los 6 pasos necesarios para la mitigación del cambio climático. A continuación, desgranamos acciones clave relacionadas con cada uno de ellos:
- Energía. La retirada gradual pero rápida de los combustibles fósiles es una prioridad absoluta. Esto puede lograrse a través de una estrategia con varios frentes basada en una rápida transición hacia energías renovables de bajas emisiones como la solar y la eólica, acompañada de ambiciosas acciones de conservación de los ecosistemas e imponiendo impuestos al carbono suficientemente altos para desincentivar el uso de combustibles fósiles.
- Contaminantes de vida corta. Reducir de forma urgente las emisiones de metano, derivados del carbón (hollín), hidrofluorocarbonos (HFCs) y otros contaminantes atmosféricos de vida corta. De lograrlo, se puede reducir dramáticamente el calentamiento global más inmediato, que de otra manera sería extremadamente difícil. Estas acciones específicas sobre los contaminantes de vida corta incluyen reducir las emisiones de metano de los vertederos, residuos y el sector energético, promover la producción limpia y optimizada de energía a partir de biomasa y desarrollar mejores opciones de refrigeración que los hidrofluorocarbonos.
- Naturaleza. Debemos restaurar y proteger ecosistemas naturales como los bosques, manglares, humedales y pastizales, permitiendo que estos ecosistemas alcancen su potencial ecológico en lo que a secuestro de CO2 se refiere. La deforestación de la Amazonía, los bosques tropicales en el sudeste asiático y otros eventos similares como el propuesto en el Tongass National Forest de Alaska son especialmente devastadores para el clima. Es absolutamente prioritario crear nuevas áreas protegidas que incluyan reservas específicas para la captura de carbono. El desarrollo de programas que incluyan el pago por servicios ecosistémicos ofrece una forma equitativa de que los países de renta alta ayuden en la protección de los ecosistemas naturales.
- Alimentación. Cambiar nuestra alimentación, comiendo más productos de origen vegetal y consumiendo menos alimentos de origen animal, especialmente ternera, significaría reducir las emisiones de metano y otros gases de efecto invernadero. Esto permitiría desocupar y restaurar tierras de cultivo. Otras medidas incluyen la reducción del laboreo para maximizar la fijación de carbono en el suelo, replantearse las subvenciones para las actividades ganaderas, y apoyar la investigación y el desarrollo de sustitutos de la carne que sean ambientalmente sostenibles. No olvidemos que reducir el desperdicio de comida resulta también crítico, dado que al menos el 33% de toda la comida que se produce se desaprovecha (ver entrada relacionada).
- Economía. Debemos hacer una transición hacia una economía descarbonizada que refleje nuestra dependencia de la biosfera. La explotación de los ecosistemas para obtener un rendimiento económico debe estar completamente dirigida por la sostenibilidad del sistema económico y social a largo plazo. Mientras que estas medidas son de carácter general y holístico, como la economía ecológica, hay otras medidas más específicas que pueden ser implementadas para apoyar esta transición, como es eliminar las subvenciones a la industria de los combustibles fósiles.
- Población. La población mundial, que se incrementa a un ritmo de 200.000 personas al día, debería estabilizarse y progresivamente reducirse utilizando para ello aproximaciones que garanticen la justicia social y económica, como apoyar la educación de niñas y mujeres o incrementar la disponibilidad de servicios de planificación familiar de carácter voluntario.
Estas diferentes etapas se retroalimentan positivamente unas con otras para alcanzar un futuro sostenible. Además, tienen beneficios colaterales más allá de la mitigación del cambio climático. Por ejemplo, estabilizar la población humana puede mejorar nuestra capacidad de adaptación climática en caso de que las cosechas disminuyan. De manera similar, las dietas ricas en vegetales ofrecen beneficios significativos para la salud humana.
En diciembre de 2020, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, suplicó que todas las naciones declaren la “emergencia climática”. Por tanto, Ripple y colaboradores también piden al gobierno de EEUU y su presidente, Joe Biden, que declare una emergencia climática nacional a través de una orden ejecutiva o del Congreso para habilitar un gran fondo destinado a la mitigación del cambio climático (resolución 1, resolución 2). Hace un año, estábamos preocupados sobre el escaso progreso en la mitigación del cambio climático. Ahora, estamos alarmados por el fracaso e insuficiente avance durante 2020.
Sin embargo, siempre hay rayos de esperanza. La gente joven ha continuado con las huelgas climáticas mundiales en más de 3.500 poblaciones diferentes pidiendo a los gobiernos una actuación inmediata. El movimiento “Black Lives Matter” ha destapado la injusticia y la inequidad social y económica del sistema actual. Se puede lograr un progreso rápido en cada una de las 6 etapas descritas si se enmarcan desde un inicio en el contexto de la justicia climática, dado que el cambio climático es un tema profundamente moral. Pero esto solo es posible cuando aquellos que se enfrentan a los riesgos climáticos más altos ayudan a conformar la respuesta, incluyendo la población indígena, mujeres, jóvenes, con rentas bajas, distintas razas y etnias. Si abordamos la crisis climática de forma holística y equitativa, se puede generar un cambio trasformador, que impulse acciones de restauración dirigidas a la raíz del problema y apoyadas por una amplia base social, de manera que consigamos evitar la peor parte del cambio climático. La supervivencia de nuestra sociedad tal y como la conocemos depende de este cambio sin precedentes.
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