La salud de la dehesa empieza por el suelo
La seca de la encina, que amenaza la sostenibilidad de la dehesa, ha hecho unir fuerzas a administraciones, productores, sociedad civil y comunidad investigadora en torno a la protección de este ecosistema. Aunque se entiende que el pseudohongo oomiceto Phytophthora cinnamomisería el principal causante del declive del encinar, investigadores de la Universidad de Córdoba y el IFAPA ‘Alameda del Obispo’ han demostrado que las condiciones climáticas también influyen.
En la búsqueda de las últimas piezas que ayuden a comprender cómo se desarrolla la enfermedad, los investigadores del departamento de Ingeniería Forestal de la Universidad de Córdoba Francisco Ruiz y Rafael Mª Navarro, junto con el investigador del IFAPA (Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de Andalucía, centro Alameda del Obispo) Alejandro Pérez de Luque, e investigadores internacionales, han realizado un estudio de la biodiversidad de microorganismos del suelo a través de técnicas moleculares, para analizar si las interacciones entre los microorganismos del suelo influyen en la gravedad de la enfermedad y cómo.
El estudio se centra en los hongos y oomicetos que viven en el suelo, y las interacciones que se dan entre ellos, y confirma que los cambios en la estructura y biodiversidad de la microbiota son determinantes para la salud del arbolado mediante dos vías: por un lado, las interacciones entre los microorganismos del suelo influyen directamente sobre lospatógenos que afectan a la encina y, por otro, la presencia de algunos microorganismos beneficiosos influyen en una mejor salud del árbol.
Un conocido agente de biocontrol (Trichoderma) apareció relacionado con la ausencia o escasez de los oomicetos patógenos. Además, la abundancia de micorrizas influyó en una menor defoliación del arbolado. Los microorganismos pueden establecer relaciones de antagonismo sobre los patógenos, aumentar la capacidad de absorción del árbol o estimular su respuesta autoinmune. Es decir, una estructura favorable de la comunidad de hongos y la presencia de especies beneficiosas clave aporta más recursos a la encina para defenderse del patógeno y mejora del estado de salud del arbolado, aun estando presente la podredumbre de raíz.
Poner el foco bajo tierra también desenmaraña otras incógnitas. Todas las fincas estudiadas presentaban podredumbre de raíz (“seca”), y sin embargo, los patógenos considerados principales causantes de la enfermedad no eran relevantes en muchas parcelas, a pesar de estar plagadas de encinas moribundas. La clave de esta incógnita era la presencia de un cóctel de especies menos agresivas de forma individual, como Alternaria, Fusarium y otras especies que, cuando interaccionan en sinergia, pueden causar la misma sintomatología que las especies más agresivas, llegando incluso a provocar la muerte del árbol. Por ello, los investigadores de la UCO y del IFAPA concluyen que el diagnóstico de la “seca” no debe reducirse a la presencia de un solo patógeno, sino que es necesario un análisis completo de las comunidades presentes y de sus relaciones para detectar el peligro de forma más precisa.
El avance de la tecnología es lo que ha permitido resolver la complejidad de este estudio. El grupo de investigación ha aplicado métodos de biotecnología vegetal al estudio de la patología forestal, los cuales, unidos a la disponibilidad de datos de la Red de Seguimiento de Daños Ambientales de la Junta de Andalucía (Red SEDA), ha permitido comprender el papel de los microorganismos del suelo en el decaimiento de las dehesas andaluzas. La diversidad y la composición de la microbiota es una pieza clave en este puzzle. Considerar el microbioma del suelo dentro del manejo integral de la podredumbre de raíz del encinar y el alcornocal de la dehesa, acerca a la comunidad investigadora a la solución para proteger más eficazmente a este ecosistema.
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