La vida en Doñana el próximo medio siglo
El Parque Nacional de Doñana ha cumplido 50 años y 24 de su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El antiguo Coto de Doña Ana, que en el s. XIX fuera arrasado por el hombre, hoy sigue estando en el punto de mira de científicos y ecologistas, por la trasformación de las marismas y la sobreexplotación del acuífero.
A medio camino del Atlántico y en el mar Mediterráneo, con una playa virgen en la Costa de la Luz, Doñana es Parque Natural y Nacional. Su situación en la desembocadura del Guadalquivir hace que este emblemático territorio protegido del sur de España sea muy vulnerable. Cualquier alteración en la calidad y cantidad de las aguas superficiales, incluso si se encuentran fuera del parque, lo puede dañar.
Desde su declaración en 1969 como parque nacional, hasta la fecha, Doñana ha sufrido varias transformaciones, la más importante, la que se realizó en 1978, en la que se incluyó la totalidad de la línea de costa que existe en la actualidad (en un principio solo estaba incluido un tramo de 3,6 km). Además, la creación de varias zonas de preparque y de protección lo convertiría años más tarde en parque natural.
“Otra ampliación se realizó en el año 2005 cuando se incluyeron terrenos recuperados para la restauración de la funcionalidad original de arroyos y caños que inundaban la marisma, gracias a las obras ejecutadas con el Proyecto Doñana 2005”, declara a SINC Francisco Quirós, que ha dedicado 17 años a su cuidado, cuatro como director conservador del Parque Natural y diez como conservador del Parque Nacional y del Parque Natural.
Desde el año 2007 hasta la actualidad, la gestión se realiza en coherencia con el Parque Natural con el mismo equipo de gestión para ambos, bajo la figura administrativa de Espacio Natural de Doñana, ya que comparten especies, hábitats y el recurso más importante de Doñana: El agua.
La característica principal del humedal es que es muy rico en cuanto a la procedencia de las aguas que lo alimentan: superficiales y subterráneas. Además, el nivel del acuífero interviene directamente en la inundación de numerosas lagunas, que se sustentan a través del agua del subsuelo.
El cambio climático ya afecta al ecosistema.
El de Doñana es un espacio muy variado, cambiante, pero también vigilado. Conservadores, técnicos, ecologistas y científicos se afanan en la búsqueda de soluciones a temas tan diversos como la localización de camadas de lince, el seguimiento de atropellos de fauna, la coordinación de los tránsitos rocieros, el establecimiento de zonas de protección para los nidos de águila imperial, la recuperación de especies en peligro de extinción, la gestión del ganado o la presencia de especies exóticas invasoras.
Además, la gran biodiversidad del Parque hace que sea un lugar con un papel principal en el conocimiento de los efectos del cambio climático en fauna, flora, hábitats y servicios ecosistémicos.
Para ello, cuenta con un amplio programa de seguimiento de los procesos naturales que se desarrollan en este espacio desde hace varias décadas. Este se desarrolla junto con la Estación Biológica de Doñana (EBD) del CSIC, con el cual se levanta un gran volumen de información que está disponible tanto para investigadores como para gestores.
Este programa dispone de series de datos de periodos largos que ayudan a detectar dónde se está produciendo un efecto y, por tanto, a poder tomar decisiones para la mitigación de la crisis climática que ya se observa a la zona.
“En concreto, un problema directo del calentamiento global, que afecta a numerosas especies tanto de flora como de fauna, es la descompensación en los periodos de lluvia y de sequía. El hidroperiodo de inundación de la marisma, caños, lucios, lagunas y charcas es importantísimo para el desarrollo de los ciclos vitales de numerosas especies”, apunta Quirós.
Una alteración en el periodo de inundación hace que estos ciclos de las especies no se completen, lo que repercute de forma directa e indirecta en el desarrollo de otros seres vivos.
Según el experto, el panorama que se presenta de lluvias torrenciales y grandes periodos de sequía “es nefasto para el desarrollo de la vida en Doñana. Además en periodos de lluvias torrenciales hay que contar con el aporte de sólidos que van poco a poco colmatando la marisma”.
Los científicos del Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica y Teledetección de la EBD han creado una herramienta en la que se puede observar de manera objetiva y por las imágenes de satélite el funcionamiento de la marisma desde 1983 hasta la actualidad.
Sus observaciones indican que los hidroperiodos a lo largo de los últimos 40 años en el noroeste de la marisma tienden a incrementarse, mientras que la parte sureste muestra un desecamiento progresivo.
Otro estudio reciente, publicado en la revista Nature Communications, mostraba otra aplicación, en este caso sobre la proyección de subida del nivel del mar en todo el mundo para 2100. Según sus estimaciones, el área de Doñana y toda la desembocadura del Guadalquivir podrían inundarse por completo debido a la crisis climática.
“Es uno de los dos puntos más problemáticos en toda España en relación con el riesgo de subida del nivel del mar, junto al Delta del Ebro. Ya existía un estudio de vulnerabilidad de la costa española al cambio climático de 2014 que así lo apuntaba”, agrega Juan José Carmona, coordinador del proyecto Doñana de la organización conservacionista WWF, institución que estuvo en el origen de la creación del Parque.
La extracción de agua en esta zona se hace para varios usos, principalmente agrícolas y turísticos. Aunque este estrés hídrico se dé a varios kilómetros de distancia, debe estar controlado para que no afecte a las lagunas de Doñana.
“Algunas lagunas temporales han desaparecido debido a la sobreexplotación que estamos haciendo del acuífero”, argumenta Carmona.
Un estudio del Observatorio de Biodiversidad y Cambio Climático de Doñana monitoreó los cambios en el nivel del acuífero durante 25 años en lugares con fuerte presión turística. Sus resultados indicaron que, a largo plazo, “una pequeña tasa de extracción de agua subterránea ha ejercido una alta presión hidrológica sobre la laguna más cercana al área de bombeo”.
“Aquí en Andalucía las sequías son recurrentes, no es algo extraordinario para nosotros. En la mitad de los años 90 hubo una fortísima con la que el acuífero llegó a alcanzar niveles muy bajos. Después volvió a llover y se recuperaron los niveles. Pero desde entonces hasta hoy, hay zonas del acuífero que están incluso peor que con la gran sequía”, añade Carmona.
Por otro lado, el parque tiene un frente litoral virgen de unos 30 km (que con el Parque Natural son 50 km) y debido a la cercanía de una refinería, en el municipio de los Santos de Maimona, en varias ocasiones se han producido vertidos de hidrocarburos por accidentes en los buques o en la boya de descarga.
Asimismo, dentro de cada parque se establece una zonificación que regula los usos y actividades que se pueden realizar. La diferencia más importante se encuentra en las actividades de aprovechamiento que se permiten en el Parque Natural y que no son posibles con la figura de protección del Nacional.
“Gestionar Doñana es estar pendiente de su ámbito, pero con un ojo puesto fuera, incluso a muchos kilómetros de distancia. Por lo demás, presenta las amenazas que pueda tener un espacio en el ambiente mediterráneo que tenemos y con un relieve totalmente llano”, subraya Quirós.
Tránsito humano y científico constante.
Doñana es un parque muy vivo en cuanto a acontecimientos. Por él pasa el Rocío, así como numerosos visitantes y turistas anualmente. A esto hay que sumarle el impacto de las playas próximas, la ganadería o los incendios. El seguimiento de su estado de salud a lo largo de todo el año, debido a las diferentes situaciones y ambientes, cambia radicalmente con los meses.
En la población de Matalascañas, por ejemplo, la población en verano se dispara. “Esa multiplicación de habitantes hace que el agua que se consume del acuífero sea muy fuerte durante una época muy concentrada del año”, indica Carmona.
Por otro lado, el parque también acoge viajeros todo el año. “El efecto de los visitantes y turistas a la zona es de menor relevancia debido a que los centros de visitantes se localizan en la periferia del parque y las visitas al interior están reguladas”, señala Quirós.
A principios de año, se realizan los censos de aves invernantes –que tienen una relación directa con el estado de inundación de la marisma–, después le sigue el periodo de reproducción de las águilas imperiales, a las que se les protege el territorio de nidificación y se continúa con el seguimiento de la reproducción del resto de fauna (colonias de acuáticas, otras aves, rapaces o el lince).
Este trabajo, que se compagina con los censos mensuales terrestres y aéreos, debe coordinarse con el tránsito de las hermandades de El Rocío, que varían de fecha cada año, donde debe estar previsto tanto los caminos como los lugares de parada por las tres vías principales del Parque: el camino de Sanlúcar desde Cádiz, el camino de Huelva por la Rocina y el camino de Sevilla por la Raya Real.
“Hay que decir que actualmente los tránsitos rocieros están muy regulados, tanto por el número de hermandades, como por el volumen de vehículos de tracción animal y motor que puede llevar cada una de ellas”, dice el exdirector conservador.
La Saca de las Yeguas, en Almonte, es otra de las tradiciones que se mantiene en la marisma en la que los ‘yegüerizos’ van a distintas zonas de Doñana a recoger los caballos marismeños.
Después, la marisma comienza a secarse y se hace el seguimiento del estado de la calidad del agua para evitar que se produzcan proliferaciones de cianobacterias durante los primeros meses de verano. Es la época de los primeros vuelos y la dispersión de los pollos de imperial nacidos ese año y de los de las demás especies. También el de la prevención de incendios forestales. Posteriormente, se espera para que comience el ciclo de lluvias para el otoño y todo vuelve a empezar.
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