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Un binomio que siembra futuro: mujeres rurales y biodiversidad

El 15 de octubre se celebra, por una decisión de Naciones Unidas de 2007, el Día Internacional de las Mujeres Rurales, que tiene como objetivo el reconocimiento al papel decisivo de la mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. 

agricultura , alimentación , empoderamiento , gobernanza ambiental

Autoría: Asunción Ruiz

Fuente: SEO BirdLife

El pasado 15 de octubre se celebró, por una decisión de Naciones Unidas de 2007, el Día Internacional de las Mujeres Rurales, que tiene como objetivo el reconocimiento al papel decisivo de la mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. 

Prácticamente todos y todas, en nuestra sociedad, somos descendientes del campesinado. En sentido figurado seguro y, además, mayoritariamente, en sentido literal. Como se ha escrito (Marc Bada, en “Vidas a la intemperie”)… Provenimos de un mundo que no hemos conocido ni conocemos y casi no queda quien nos cuente cómo era. Los campesinos no pueden hacerlo. Han desaparecido y nunca escribieron su historia. Pero vivimos en el mundo que crearon. No podemos dar un solo paso sin pisar el resultado de su trabajo. Tampoco abrir los ojos sin ver el trazo de su huella. Una obra que es todo lo que nos rodea. Todo aquello que pensamos que es tan nuestro por el hecho de estar ahí.

Nuestro medio rural necesita contar su historia. Una historia que nos permita proyectar hacia el futuro todo lo que puede ofrecernos. Hoy más que nunca. No son solo nuestros alimentos. También son nuestras raíces, el origen y la base de nuestra estructura cultural o social. Y el territorio en el que juega la variable decisiva en estos momentos: la biodiversidad. Una variable que da sentido a la esperanza de un mañana más justo y más sano. La variable diversidad, plantada en nuestro medio rural, puede acercarnos a la meta de una alimentación más sana, un aire más limpio y una distribución más justa de recursos, cargas y riquezas.

Para cuidar de la biodiversidad, para contar otra historia de nuestro medio rural, necesitamos unos agentes sociales adecuados. Necesitamos mujeres rurales fuertes, organizadas, apoyadas, conocidas y valoradas. Les ha llegado el turno al fin, surfeando la ola de empoderamiento femenino que ha despertado en el mundo de hace algunos años. Saben perfectamente lo que necesitan, que es lo mismo que necesitamos todos nosotros, y lo han expresado con claridad.


En octubre de 2019 FADEMUR publicó un manifiesto con once puntos que constituían su hoja de ruta en la plantación de futuro. Entre ellos, solventar las deficiencias en servicios y derechos que existe en la España vaciada. Sacar del cajón la Titularidad Compartida (ya que tras ocho años de la publicación de la Ley de titularidad compartida, no avanza el número de  mujeres cotitulares de explotaciones agrarias). Defender el poder de negociación de las mujeres productoras frente a los intermediarios y desarrollo de canales cortos y mercados de proximidad. También han reclamado el avance de los derechos y propiedad real sobre la tierra y los recursos, porque, con una lucidez meridiana, entienden que “es la manera de proteger la soberanía alimentaria de los territorios, la biodiversidad, la tierra, los recursos naturales, los animales y los alimentos. Reclamamos que nos impulsen en este papel y os garantizamos la sostenibilidad de futuro de todos”. No hay que perder de vista que el pasado 16 de octubre, se conmemora también otra gran efemérides, el Día Mundial de la Alimentación. Y es que mujer y nutrición van siempre ligadas, por la capacidad innata de esta para sustentar su entorno cocreando de manera armoniosa alimentos con la madre naturaleza, y para distribuir estos recursos de manera eficaz, generosa, equitativa y sabia con su comunidad.

Nos han querido hacer creer que es posible una agricultura que no requiera necesariamente de la existencia de campesinos, ni de campo. Se ha camuflado esta amputación como “modernización”. Pero la verdadera modernidad ahora es entender, precisamente, que la conservación de nuestro medio natural es un valor seguro en el campo. La dependencia de la agricultura intensiva, de sus mercados y sistemas financiadores asociados está empobreciendo al medio rural. Por ello necesitamos detener la caída del valor en el mercado de los productos agrícolas. En España, hoy, el poder adquisitivo del precio de un saco de trigo es tres veces menor que hace cincuenta años. Debemos corregir las fallas del sistema del absurdo mercado agrícola que nos ofende como consumidores y reconocer de una vez el potencial en empleo, seguridad y salud que nos ofrecería un medio natural bien gestionado y preservado por la gente del campo.

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