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| 15 Feb 2021

La Estación Biológica de Doñana busca en los colegios alternativas para evitar la desaparición de invertebrados desconocidos

La Estación Biológica de Doñana (EBD), un instituto de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha…

biodiversidad , especies en peligro de extinción

Fuente: Estación Biológica de Doñana

La Estación Biológica de Doñana (EBD), un instituto de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha participado en un proyecto didáctico con el objetivo de dar a conocer especies en peligro de extinción. La especie elegida ha sido la Linderella baetica, un animal con aspecto de camarón que nada boca arriba y que vive únicamente en una laguna temporal en un ambiente muy humanizado.

«Tomar medidas decididas para proteger especies en peligro de desaparecer necesita de apoyo social, que se construye a partir del aprecio que la gente tenga a esos organismos. El mero conocimiento es el paso inicial e ineludible para generar cierto aprecio hacia los mismos. Sin embargo, el valor que se les asigna a las distintas especies amenazadas no está equitativamente repartido», afirma Miguel Clavero, investigador de la Estación Biológica de Doñana.

«La gente tiende a conocer y a apoyar la conservación de especies y lugares emblemáticos, típicamente mamíferos y aves grandes o bonitos o de apariencia poderosa, o todo ello a la vez, que viven en vastos espacios naturales, como grandes bosques y humedales o imponentes montañas. En este contexto, ¿cómo puede fomentarse el conocimiento y el respeto por un invertebrado de poco más de medio centímetro que vive en charcas de lluvia, a menudo en ambientes humanizados y cuya existencia se desconocía hasta entrado el siglo XXI?», señala Miguel.

Puesta en marcha del proyecto.Un grupo de naturalistas, investigadores y profesores pensaron que la mejor manera era presentar ese animal en las escuelas y dar a niñas y niños la posibilidad de crear un nombre común en castellano para la especie. Los nombres científicos, compuestos por dos palabras en latín, constituyen más una barrera que una puerta al conocimiento de la biodiversidad por parte del público en general, al que se accede con más facilidad a través de las lenguas madres.

La Linderiella baetica es un anostráceo. Hablamos de animales con aspecto de frágiles camarones que nadan boca arriba. A pesar de su diminuto tamaño, forman parte de un grupo de crustáceos llamados branquiópodos, cuya grandeza, a falta de corpulencia, reside en ser fósiles vivientes que apenas han cambiado en los últimos millones de años. «La mayor parte de los grandes branquiópodos viven exclusivamente en ambientes acuáticos temporales, sobreviviendo a los periodos sin agua en huevos que pueden pasar décadas en seco antes de eclosionar. Las charcas en las que viven tienden a ser elementos del paisaje escasamente percibidos por la población, que no tiende a dar importancia a perderlos. Como consecuencia, muchos grandes branquiópodos son hoy especies muy amenazadas», corrobora Miguel.

En una de esas charcas, situada en la localidad gaditana de Puerto Real, un equipo de naturalistas encontró en 2007 un anostráceo que no se correspondía con ninguna de las especies conocidas y que acabaron bautizando dos años después como Linderiella baetica. A pesar de haberla buscado durante una década por centenares de charcas de la península ibérica, Puerto Real es la única localidad del mundo donde habita la Linderiella baetica, lo que conlleva un riesgo extremo de desaparición. La especie podía llegar a extinguirse sin que nadie más allá de un reducido grupo de naturalistas hubiese sabido de su existencia.

Para paliar este desconocimiento, se organizó durante el curso 2016/2017 un concurso escolar para elegir un nombre común para la Linderiella baetica, cuyo diseño, resultados e implicaciones acaban de ser descritos en una publicación en la revista internacional Aquatic Conservation. Participaron en este concurso más de 1300 niñas y niños de 58 clases pertenecientes a cinco escuelas de Cádiz y Sevilla. Después de recibir información básica sobre la especie y su hábitat, el alumnado de primaria propuso nombres, que fueron discutidos y votados dentro de cada clase para quedarse con una única propuesta. Las propuestas surgidas de las distintas clases de cada escuela fueron enviadas al resto de las escuelas participantes, que a su vez seleccionaron sus tres propuestas preferidas. Los 15 nombres resultantes fueron finalmente evaluados por un grupo de especialistas, que eligieron el nombre de ‘gambilusa’, ideado por una niña de 10 años de una escuela de Palomares del Río, en Sevilla, que imaginó a Linderiella baetica como una «gambita andaluza».

El concurso para elegir el nombre fue una iniciativa liderada por el investigador Juan García de Lomas y auspiciada por la Sociedad Gaditana de Historia Natural. En los 5 colegios que participaron se hizo una introducción a la especie y se preparó un póster para colocar en las aulas a modo de inspiración.

Antes del desarrollo del concurso, la gambilusa era desconocida en las escuelas, pero sus promotores tenían la esperanza de que el proceso de creación de un nombre para la especie sirviese para asentar el conocimiento sobre ella. Para comprobarlo, un año después del concurso, se volvió a preguntar por la gambilusa en las escuelas. Llamativamente, la mayor parte del alumnado recordó qué tipo de organismo es la gambilusa y cuáles son sus hábitats y su distribución geográfica, poniendo de manifiesto la generación de conocimiento y concienciación del concurso escolar. Los autores del trabajo recién publicado subrayan los beneficios de implicar a la infancia en el conservación de la biodiversidad y proponen que metodologías similares podrían aplicarse a otras especies en otros lugares. Existen multitud de especies que no tienen un nombre común, muchas de ellas con distribuciones muy pequeñas y en peligro de extinción. Dar a la gente que convive con ellas la posibilidad de darles nombres puede ser un primer paso para implicarlas en su conservación.

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