La ciencia ciudadana se erige como una gran aliada de la biodiversidad
Un nuevo estudio, en el que participa el investigador del CREAF y la UAB Bernat Claramunt, destaca el gran potencial que todavía tiene por delante la ciencia ciudadana en el campo de la conservación.
Fuente: CREAF/Albert Naya i Díaz
El estudio, publicado en la revista Biological Conservation, reafirma el papel fundamental de la ciencia ciudadana para la conservación de la biodiversidad y alienta a seguir trabajando para mejorar y aumentar su aportación. “Actualmente la ciudadanía proporciona una gran cantidad de datos sobre biodiversidad que son útiles para la ciencia, pero esta información tiene todavía más potencial para evaluar la biodiversidad a escala regional y global”, explica Bernat Claramunt, uno de los autores del estudio e investigador del CREAF y la UAB. De hecho, más del 50% de los datos de la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés) ya provienen de la ciencia ciudadana.
La ciencia ciudadana es clave para la conservación de la biodiversidad
La biodiversidad es esencial para los humanos y el planeta, y “hay que conservarla ante las continuas amenazas derivadas de la acción humana, porque nos proporciona múltiples servicios ambientales como la polinización, el control de plagas o la protección ante perturbaciones”, explica Claramunt. Para conocer el estado de la biodiversidad, es necesario seguir cuidadosamente algunos indicadores que proporcionan una idea de su estado en cada punto del planeta, como por ejemplo la fenología, el comportamiento migratorio, especies bioindicadoras, la estructura de edades de una población, o la distribución de las especies.
Sin embargo, no siempre se dispone de esta información y para solucionarlo el estudio identifica qué tipos de datos ofrecen mayoritariamente los proyectos de ciencia ciudadana y de cuáles normalmente carecen. “Muchos datos son sobre todo de la distribución de especies —si una especie concreta está presente o ausente en un lugar. Pero hay otras variables sobre biodiversidad que no se siguen desde la ciencia ciudadana, y sólo se obtienen a partir de las observaciones y medidas de los científicos, como la demografía o características como la masa corporal de los organismos”, explica Bernat Claramunt. Por ello, la ciencia ciudadana no se puede ver como un sustituto del trabajo de la comunidad científica, sino como un complemento muy valioso que permite conocer mejor algunos aspectos relevantes para la conservación de la biodiversidad.
Pájaros, mariposas y setas, los más favorecidos por la ciencia ciudadana
El estudio también detecta que los grupos más beneficiados actualmente por la ciencia ciudadana son, con mucha diferencia, los pájaros, seguidos de las setas y las mariposas. Sin embargo, “hemos visto que esta buena representación de ciertos grupos no es homogénea a escala mundial, como tampoco lo es el grado en el que la ciencia ciudadana está instaurada en todo el mundo”, afirma el investigador. Por ejemplo, la ciencia ciudadana aporta muchos datos en algunos países europeos, EEUU y Australia. Pero esto no ocurre aún en otros lugares del mundo que son muy interesantes por la biodiversidad que albergan, y donde los proyectos de ciencia ciudadana son todavía escasos.
Por ello, Claramunt añade que es importante potenciar la ciencia ciudadana ya que “cuanto más datos y cuanto más gente implicada haya, más fácil será tener datos de especies raras”. Y esto puede ser especialmente útil en la detección de especies invasoras, hasta el punto de que los proyectos de ciencia ciudadana pueden convertirse en sistemas de alerta temprana con respecto a las invasiones.
La situación de la ciencia ciudadana en Cataluña y España
En Cataluña, los pájaros también son el grupo mejor representado gracias a iniciativas como el programa de Seguimiento de Aves Comunes en Cataluña (SOCC, por las siglas en catalán) del Instituto Catalán de Ornitología (ICO), y la organización SEO/BirdLife en España. Esto nos da una idea del potencial que puede tener la expansión de la ciencia ciudadana en lugares donde todavía no está tan instaurada. “Aquí la tendencia es buena, ha habido un boom brutal”, sentencia Claramunt. Y añade que “desde GBIF España se está apostando mucho por el proyecto Natusfera, y se han organizado diversas jornadas sobre ciencia ciudadana en diferentes comunidades autónomas”.
Armonizar los proyectos y la información que aporta la ciencia ciudadana
Sin embargo, Bernat Claramunt apunta que “hay un problema de recursos de los que disponemos, falta de elementos técnicos y de necesidad de crear nuevas bases de datos”. De hecho, una de las prioridades a escala mundial es, según el investigador del CREAF y la UAB, permitir que las diferentes plataformas y proyectos de ciencia ciudadana se puedan comunicar, que tengan un lenguaje común. “Se quieren armonizar los proyectos y estandarizar el tipo de datos que se recogen, que todos los proyectos sigan unas mismas normas y estructuras para que sea más fácil clasificarlos y encontrar lo que se busca”.
El CREAF reconoce este potencial de la ciencia ciudadana y tiene proyectos en marcha que basan buena parte de su material en este recurso, como Mosquito Alert, Fenodato o Natusfera, del que el mismo Claramunt es el investigador principal.
Más información
Chandler, M., Claramunt López, B., et al. (2016). “Contribution of citizen science towards International biodiversity monitoring”, Biological Conservation. http://dx.doi.org/10.1016/j.biocon.2016.09.004
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