Fotografía ilustrativa del artículo
| 30 Oct 2019

72 investigadores en la Estación Biológica de Doñana

Autoría: Jorge Molina / Fundación Descubre.

Asesoría científica: Miguel Delibes, Miguel Ferrer, Jordi Figuerola, Guyonne Hans.

Investigadores trabajan en laboratorio con vegetación acuática. Foto: Banco de Imágenes de la EBD-CSIC.

Un reciente balance de la propia Estación Biológica de Doñana (EBD) sobre su personal revela que componen la plantilla unas 140 personas, de las que 42 son investigadores fijos y unos 100 son técnicos, gestores y administrativos. Entre el personal contratado hay otros treinta investigadores posdoctorales (ocho con contrato Ramón y Cajal), más de veinte estudiantes pre doctorales y unos setenta técnicos de apoyo. La excelencia de sus investigaciones se demuestra por su impacto científico: en torno al 25% de los investigadores se sitúan entre el 1% de los investigadores más citados de los últimos diez años en las áreas de Ecology/Environment y Plant & Animal Science (lSI Essential Science Indicators).

Noticias relacionadas

El ADN de Doñana

El Parque Nacional de Doñana alcanza los 50 años. Resulta evidente que se ha cumplido la Ley de creación del primer espacio protegido en Andalucía, que fija que conocer cómo funciona la naturaleza representa un capital para otros espacios protegidos y el conjunto de la biosfera.

Sigue leyendo

Miguel Delibes: «Hay que estar alerta ante lo imprevisto”

¿Cómo de accidentado podía ser hacer ciencia en Doñana en 1972? No sabíamos muy bien lo que era hacer ciencia, apenas nadie en España lo sabía. José Antonio Valverde era autodidacta y además nuestro líder...

Sigue leyendo

Doñana antes de Doñana

“Es un hecho demostrado por la experiencia de los siglos que todo terreno pantanoso es perjudicial para la salud (…) haciéndose extender su perniciosa influencia no solamente a los habitantes de la comarca que arrastran una vida miserable, sucumbiendo algunos de un modo casi fulminante bajo el influjo de las llamadas fiebres pútridas“. El párrafo, tomado literalmente del proyecto de desecación del Lago Almonte (lo que hoy son las marismas de Almonte e Hinojos, en la provincia de Huelva), redactado en 1866, resume a la perfección el valor que se le daba a las zonas húmedas andaluzas a finales del siglo XIX. Se llegó incluso a incentivar la destrucción de los humedales mediante disposiciones como la ley de desecación y saneamiento de lagunas, marismas y terrenos pantanosos de 1918, a cuyo amparo desaparecieron y se privatizaron infinidad de pequeñas lagunas temporales.

Sigue leyendo

Ir al contenido