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¿Qué es la restauración ecológica?

Se define como el proceso de recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido.
En esta definición corta pero precisa cabe destacar la palabra «proceso», debido a que en toda restauración ecológica la variable tiempo es clave para el desarrollo de este tipo de proyectos. Y es que los resultados tras una intervención de recuperación en un ecosistema, no son inmediatos. A lo sumo, se puede trabajar a nivel de procesos ecológicos, guiando y acelerando la dinámica hacia el ecosistema de referencia. Pero, por mucho que los proyectos de restauración ecológica quieran acelerar casi nunca se puede obtener el ecosistema objetivo para el día de la inauguración de la infraestructura, el día de cese de actividad en una mina o cantera, etc. La eficiencia de esta tecnología es evidente, pero existen unos tiempos mínimos que los sistemas complejos necesitan para reajustarse y alcanzar nuevas situaciones de equilibrio dinámico.


En general, podemos decir que la forma más adecuada de abordar la restauración ecológica es favorecer los procesos de recuperación natural, complementándolos en la medida en que el potencial de recuperación natural esté dañado. Pero, que ocurriría si el grado de deterioro del ecosistema estuviese por debajo del umbral que permite que su memoria ecológica se ponga en funcionamiento de forma natural y en un plazo de tiempo aceptable, siendo por tanto, inviable su auto-regeneración. En ese caso sería recomendable optar por un tipo de restauración ecológica activa, consistente en la intervención directa del ser humano sobre la estructura y características del ecosistema degradado, con el fin de remplazarlo, rehabilitarlo o restaurarlo para garantizar la existencia de un ecosistema estructurado y funcional. De manera contraria y en aquellas situaciones donde el ecosistema degradado puede recuperarse por si mismo tanto a nivel estructural como funcional se optaría por una restauración ecológica pasiva centrada en eliminar o minimizar las perturbaciones causantes de la degradación.

El diagnóstico ecológico previo del espacio es clave previamente a cualquier tipo de intervención ya sea activa o pasiva, debiendo de considerarse siempre las opciones más realistas y viables en el plazo de tiempo disponible, y desde un punto de vista ambiental, económico, social y científico-técnico.


En la memoria de muchos ciudadanos siguen presentes las imágenes y noticias en relación a la rotura del muro de contención de la balsa de estériles mineros de la mina de Aznalcóllar (Sevilla), durante la madrugada del sábado 25 de abril de 1998. Ocasionó una de las mayores catástrofes ecológicas de las últimas décadas en Europa. Unos 6 millones de metros cúbicos de lodos piríticos y aguas ácidas con altas concentraciones de metales pesados y otros elementos traza como el arsénico, procedentes de los procesos de flotación de la pirita, se vertieron a los cauces de los ríos Agrio y Guadiamar. En el interior de la balsa permanecieron unos 20 millones de metros cúbicos de materiales que no llegaron a ser arrastrados por las aguas en su salida y que finalmente pudieron ser contenidos y sellados definitivamente.
La decisión de emprender la retirada de lodos, y la regeneración de los terrenos afectados se adoptó con la intención de frenar la expansión de los efectos contaminantes del vertido. No fue una decisión fácil, tanto por la magnitud de los daños como por la inexistencia de precedentes de situaciones similares. Pero no cabía duda de que se trataba de una medida totalmente necesaria para garantizar una óptima restauración ambiental, así como de la seguridad de las personas.
En el caso del Guadiamar, lo que se pretendió con la restauración fue que el río recuperase sus condiciones originales, previas al accidente minero, pero también previas a las importantes transformaciones que ha sufrido a lo largo de su historia.

Pero, ¿y si las actuaciones en lugar de dirigirse a espacios ya degradados se orientan desde la prevención y la corrección a espacios no degradados?. De hecho, aplicada en el marco del desarrollo de actividades de ingeniería civil, urbanismo, agricultura, minería o industria, la consideración de la restauración ecológica en fases  tempranas de diseño y planificación de planes y proyectos puede ser mayor garantía de eficacia y eficiencia. Así pues, la  se contempla en el marco de la Jerarquía de Mitigación, definida por la Iniciativa Intersectorial para la Diversidad (CSBI) como la secuencia de acciones dirigidas a mantener o mejorar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos mediante intervención antrópica.

Para saber más:
Guía práctica de restauración ecológica
Breve historia de la construcción del Corredor Verde del Guadiamar