Imagina que tienes la oportunidad de gestionar un pequeño huerto abandonado. ¿Por dónde empezarías? A lo mejor, empezarías por quitar las «malas hierbas», continuarías por voltear el suelo, y terminarías por sembrar o plantar especies hortícolas de temporada…pero si hablamos de permacultura ¡esta no sería la manera de proceder!.

Según el Glosario de Agricultura Orgánica de la FAO, la permacultura es el diseño deliberado y  el mantenimiento de ecosistemas agropecuarios productivos con la diversidad, estabilidad y resiliencia de un ecosistema natural.

Atendiendo a esta definición y contestando a la pregunta inicial, empezaríamos en el huerto por observar qué especies de herbáceas son las que han proliferado de manera natural (esto nos daría información sobre el tipo de suelo), la pendiente del terreno (nos aportará información sobre dónde se concentran las zonas de más humedad), el movimiento del sol (nos indicará cómo situar la dirección de nuestros bancales o surcos), la disponibilidad del agua y eficiencia del riego, la fauna del entorno, los vientos dominantes, etc.

Es definitiva, la permacultura es un movimiento en pro de la utilización de la tierra y la creación de comunidades que se esfuerza por integrar de forma armoniosa viviendas, microclima, plantas anuales y perennes, animales, suelos y agua en comunidades productivas estables. La permacultura no se centra en estos elementos como tales, sino en las relaciones creadas entre ellos en función de cómo los situemos en el paisaje.

El fundador de esta visión agrícola, donde el diseño de los espacios y el manejo del agua, suelo y aire sigue una filosofía pro-naturaleza, fue el japonés Masanobo Fukuoka. En 1975 publicó La revolución de una Brizna de Paja, que se convirtió en un referente para la agricultura ecológica y la permacultura.

Para saber más: Andalhuerto pone en marcha una huerta a la seca para recuperar antiguas formas de cultivo que no necesitaban agua de riego.