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¿Las plantas se estresan?

Si nos pidieran un ejemplo de alguna situación estresante en nuestra vida fácilmente podríamos identificar algún momento, escenario o ambiente en el que nos hemos encontrado fuera de nuestro estado de confort debido a una serie de estímulos repetidos, lo que nos ha generado un conjunto de alteraciones en nuestro organismo como respuesta física.

En general, los organismos no están ajenos al ambiente en el que se desarrollan, interactuando con el medio para poder adaptarse a las diferentes situaciones.

En el caso de los plantas, también podemos identificar respuestas al estrés atendiendo ya sea a factores bióticos (plagas, enfermedades por virus, bacterias, etc.) o abióticos (alteraciones físico-químicas, cambios en la salinidad, pH, radiación, temperatura, sequía, nutrientes en el suelo, etc.). El estudio y control de estos factores estresantes presenta un gran interés a nivel de especies vegetales agrícolas, pues de esta manera se pueden obtener cultivos más productivos.  Algunos autores sugieren incluso que la existencia del encadenamiento de factores de estrés ambiental, es decir,  factores abióticos ambientales previos (sequías, periodos de alta temperatura), aumentarían la susceptibilidad de las plantas a ser atacadas por plagas (factores bióticos).

En concreto, si nos centramos en la falta de agua como factor estresante para las plantas, las respuestas que desarrollan para contrarrestar la situación adversa pueden ser diferentes, desde cambios en el crecimiento y la arquitectura de las raíces o el cierre de los estomas, hasta el avance de la fase reproductiva. Estas serían algunas de las estrategias naturales que emplean las plantas para evitar la pérdida de agua y sobrevivir en condiciones de estrés hídrico. Pero estos mecanismos que utilizan los vegetales para protegerse de la sequía moderada pasan factura: la limitación de su crecimiento, y en el caso de los cultivos, la reducción sustancial del rendimiento.

Con el aumento continuo de la población mundial, se prevé que la producción de cultivos deberá duplicarse para satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía, mientras el agua dulce será cada vez más escasa. Investigar cómo responden las plantas a la sequía, especialemnte en un contexto de cambio climático donde se espera un incremento de la aridez, y diseñar nuevas estrategias para asegurar la sanidad vegetal son clave para mejorar la eficiencia del uso del agua y garantizar la disponibilidad alimentaria futura. Es por eso que la labor científica es vital para, a partir de distintas estrategias experimentales, lograr incrementar la resistencia a los factores estresantes sin afectar al  crecimiento de las plantas y, por tanto, la producción agrícola.

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