Biodiversidad, ¿un seguro de vida?
Ante un cambio en nuestra rutina diaria nos vemos obligados a buscar nuevas formas y maneras de hacer las cosas. De la capacidad de respuesta de nuestro organismo, de nuestro nivel de resiliencia ante las variaciones del ambiente, dependerá que podamos adaptarnos a las nuevas circunstancias. Esto, en definitiva, y en muchas ocasiones de manera catastrófica, ocurre en el medio natural con multitud de especies que, ante variaciones en el ambiente como puede ser una erupción volcánica, el aumento de los rangos de temperatura o el desbordamiento de un río, obliga a las especies a estar preparadas frente a los cambios del medio.
La biodiversidad interespecífica (entre individuos de diferentes especies) e intraespecífica (entre individuos de la misma especie) supone un seguro de vida, ya que un ecosistema más diverso ofrecerá siempre nuevas alternativas y nuevas posibilidades de ‘juego’ en un tablero cambiante.
Un ejemplo clásico de cómo la diversidad juega un papel ventajoso a la hora de dar una respuesta ante los cambios lo podemos encontrar en la famosa historia de la mariposa de los abedules (Biston betularia), en Inglaterra, cuyas alas presentaban originalmente un color blanco y moteado mimetizándose con el color claro de los troncos de los abedules al posarse. De esta manera evitaba ser devorada por los pájaros. Durante la Revolución Industrial, el panorama cambió en las ciudades inglesas. La corteza de los árboles urbanos se cubrió del hollín que expulsaban las fábricas oscureciendo la superficie de los árboles y evidenciando al blanquecino lepidóptero. La existencia de una variante oscura en la coloración de las alas (diversidad genética) permitió que la población de estas mariposas siguiera habitando en los abedules, ahora oscuros debido a la nueva situación.
Gracias a la biodiversidad y repitiendo la frase de una famosa película sobre dinosaurios, “la vida se abre camino”.