¿Qué ocurre después de un incendio?
La resiliencia del bosque frente al fuego es limitada y algunos daños son irreparables, especialmente si se incrementa la frecuencia de estas perturbaciones.
Autoría: Verónica Couto Antelo
Fuente: CREAF
A menudo se habla del bosque como un ave fénix, porque resurge de entre las cenizas después de un incendio. Esta idea tiene una parte cierta, ya que la capacidad de regeneración de los bosques es sorprendente, pero también existe una parte de mito. Y es que la resiliencia del bosque frente al fuego es limitada y algunos daños son irreparables, especialmente si se incrementa la frecuencia de estas perturbaciones. Por ejemplo, los suelos de las zonas quemadas tardan muchísimos años en recuperarse y algunas especies forestales como el pino negral no regeneran después del incendio. ¿Qué debemos hacer entonces? ¿Replantar todo el bosque quemado? ¿Hacer gestión forestal? Hablamos palmo a palmo.
Suelos quemados y escorrentías
Uno de los grandes olvidados en los incendios es el suelo. Después de un incendio de alta intensidad éste queda muy débil y esto tiene implicaciones para todo el ecosistema. En primer lugar, «se pierden muchos de los nutrientes que hay en el suelo -sobre todo nitrógeno- y desaparece la materia orgánica de las capas superficiales, lo que provoca que ese suelo sea menos fértil durante muchos años«, explica nuestra investigadora Sara Marañón. Y en segundo lugar, «se altera la vida que habita el suelo, tanto de microorganismos como de fauna».
Por si fuera poco, estos desequilibrios pueden convertir el almacén de carbono que es el suelo en un emisor de CO2 a la atmósfera y provocan que el suelo se erosione más fácilmente. Este último punto es crítico en verano, que es época habitual de tormentas, porque se favorecen las escorrentías e inundaciones como ocurrió el pasado verano en Grecia. Por eso, una de las actuaciones primordiales después del incendio es intentar que el suelo no se degrade aún más. Podemos dejar ramas en el suelo, astillas, y otros productos de la zona (autóctonos) para hacer un acolchado protector.
¿Se debe realizar gestión forestal?
Pasado el fuego, los árboles del Mediterráneo vuelven a regenerarse siguiendo, principalmente, dos estrategias: el rebrote o el banco de semillas. Por un lado, las especies rebrotadoras crecen de entre las cenizas en pocos meses, ocupan el espacio y le dan nueva vida. Son especies como las encinas, abedules o coscojas. Por otro lado, las especies que tienen bancos de semillas protegidos en el suelo, como las estepas, o en piñas en las copas de los árboles, como algunos pinos mediterráneos, germinarán después del fuego y vuelven a conquistar el espacio.
El principal problema de estos bosques que aparecen después de un incendio es que son jóvenes, a menudo muy densos y, por tanto, tienen un crecimiento muy lento. Esto hará que sean más vulnerables a los nuevos incendios, sequías, plagas forestales y otras perturbaciones. Por este motivo, los bosques jóvenes que surgen después del fuego deben gestionarse con el objetivo de aumentar su resiliencia y la de ese paisaje. Por supuesto, esta gestión forestal debe tener en cuenta muchos factores, como la situación socioeconómica del lugar donde se encuentra el bosque -porque, por ejemplo, quizá sea favorable una intervención combinada con aprovechamiento de leñas- y las especies a gestionar – porque no es lo mismo tomar medidas en unas bosquinas de madroño que en un robledal, pinar o encinar. Cada bosque es único y, por tanto, no hay una receta única para gestionarlo después del incendio.
¿Se debe replantar?
En algunas ocasiones, el incendio habrá sido tan virulento que la aparición natural del bosque, lo que se conoce como sucesión ecológica, tardará más tiempo en darse o, incluso, no ocurrirá. Por ejemplo, el pino laricio es un caso de especie que con la actual estructura de los bosques no tiene demasiado éxito después de un incendio. Por eso, muchas personas creen que lo que hay que hacer de inmediato es replantar. Al respecto, nuestro investigador Josep Maria Espelta advierte que debemos ser prudentes, porque la replantación es una práctica “que debe realizarse en muy pocas ocasiones. Siempre que sea posible debemos intentar que la restauración de la montaña afectada por incendios forestales tienda a una regeneración natural, porque así aumenta la diversidad del bosque y la heterogeneidad en el espacio”.
Sin embargo, Espelta nos explica que lo que sí puede ser necesario es tomar algunas medidas para ayudar a que esta regeneración natural acabe pasando, como por ejemplo “no tocar ni remover el suelo quemado y, en algunos casos, cortar algunos de los árboles que se han quemado, porque si se caen pueden estropear el regenerado o ser peligrosos para el uso público del bosque. Si los colocamos en el suelo haciendo fajas pueden contribuir a estabilizar el terreno y disminuir el riesgo de erosión”. Además, habrá que proteger las zonas de alrededor del área quemada, porque serán un reservorio de biodiversidad ideal para que vuelva a recolonizarse el área quemada. Las semillas llegarán por el viento o insectos, y los animales se irán acercando a medida que se recupere el verde.
Por último, debemos tener muy presente que la capacidad de recuperación de un bosque es limitada. En cuanto a las especias con banco de semillas, como los pinos, ya hemos visto que tardan muchos años en volver a crecer; pero también las rebrotadoras tienen límites. Una encina repobla rápidamente la zona post-incendio, pero cada vez que lo hace va gastando los ahorros de nutrientes que tiene en sus raíces, por lo que si sufre muchos incendios seguidos se queda sin posibilidades. Además, el caso de los pinos, a pesar de que se regeneren satisfactoriamente, si un nuevo incendio ocurre antes de que hayan producido de nuevo semillas, no se podrán recuperar.
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